Cumplió 101 años el pasado día 23. Con ella comenzamos una serie de reportajes dedicados a nuestros vecinos más mayores
Esta semana el protagonismo se lo lleva la señora Pascua. La casualidad ha hecho posible que el inicio de nuestros reportajes sobre los mayores coincidiera con su 101 cumpleaños.
El 18 de Junio de 1930 contrajo matrimonio con Urbano Bonal Manjón. Fruto de esta unión nacieron doce hijos, de los cuales viven nueve.Ha tenido treinta nietos, de los que viven veintiocho, y tiene en la actualidad veinticuatro bisnietos y uno que viene de camino. Se dice pronto y se escribe en cuatro líneas, pero fijaos bien en los números: esto es irrepetible en nuestros días. Decidme si esto no merece un homenaje.
Nuestro colaborador Páncaro hacía referencia en su artículo dedicado a los mayores a la cantidad de recuerdos y de experiencias que una persona que ha vivido tantos años tiene en su memoria. Pascua no podía ser menos y nos ha contado a su manera aquello de lo que más se acuerda. Nos comenta los distintos tipos de gobierno que ha conocido: la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la dictadura de Franco, la democracia y en medio la guerra civil. Recuerda tres unidades monetarias distintas a lo largo de su vida: los reales, la peseta y el euro.
Recuerda con pesar el año en el que en Villoria murió mucha gente a causa de la peste. Más alegre se muestra cuando le tocó la lotería y se compró su primera radio y cuando vio por primera vez la televisión en casa de su hermano Filo.
Mujer creyente, perteneció a Acción Católica, como otra mucha gente del pueblo, desde donde colaboró activamente en diversas actividades. Su fe la hace fuerte y no duda en afirmar que su secreto para vivir tanto es: «rezar mucho y dar muchos paseos»
Pero nadie mejor que alguien de su familia para que nos hablara y nos hiciera una semblanza de la señora Pascua. Podía haber sido cualquiera pero, en este caso, ha sido una de sus nietas la que ha colaborado cediéndonos este bonito artículo:
MI ABUELA
Por Ana Bonal
Pero hoy solo voy a hablar de esa abuela, de la centenaria, de Pascua, de esa gran mujer que ha vivido tantas cosas en su vida y que a pesar de no saber leer tiene una sabiduría que ya les gustaría tener a los mejores catedráticos del mundo. Y es que yo siempre he defendido eso de que no es más listo el que más sabe, si no el que más disfruta de vivir. Y esa es Pascua.
No quiero aburriros con su historia. Supongo que será parecida a la de vuestros padres y abuelos. Sí me voy a detener sin embargo en algunos detalles, anécdotas, recuerdos que son la gran herencia que a mí por lo menos me servirá, como lo ha hecho hasta ahora, para sacarle a la vida el mejor partido posible y para ser feliz si no hay motivos muy gordos para no serlo.
Siempre me dejó muy claro que la familia está por encima de todo, y que los unos estamos para cuidar a los otros y los otros están para cuidar a los unos. También me dejó claro que yo tengo que ser una persona sencilla y humilde, pero con la cabeza bien alta. Recuerdo cuando me decía «que sería de los señoritos de la ciudad si nosotros los del pueblo no sembráramos patatas ni ordeñáramos a las vacas».
Hay muchas más cosas que podría contaros, pero ya habrá otras ocasiones para hacerlo. Sin embargo hay algo que me gustaría hacer para finalizar estas líneas. Mi abuela tiene una memoria prodigiosa. Muchos de vosotros la habéis oído recitar en misa o en otros actos poemas y oraciones que posiblemente no estén escritos en ningún libro, y que posiblemente, se perderán con ella si no las escribimos en alguna parte. Pues ahí va una muestra, para que no se olvide y para todos los que la quieran recordar. Abuela Pascua, esto va por ti.
Poesía del Domingo de Ramos
Jesús que triunfante entró,
Domingo en Jerusalén.
¡Soy el Mesías! exclamo
y todo el pueblo en tropel,
a recibirle salió
con muchos ramos y palmas
y jazmines y violetas.
Por donde el Señor pasaba
se abrían todas las puertas.
Fue tan grande la alegría,
tan grande el recibimiento
con nuestro padre amoroso,
¡Santo, Santo, Rey del cielo!
los santos repitieron todos.
Y todos en procesión,
le siguieron muy contentos
alabándole al Señor.
Ya están los niños de pecho
y con ansia de mamar,
con sus lenguas tiernecillas
diciendo: ¡viva el Mesías!
que nos viene a rescatar
nuestras almas este día.
Los judíos palmearon.
Entradas se le hicieron
con notable variedad.
El Domingo entró con palmas
y el Jueves volvió a entrar
con sus manos maniatadas
por este santo misterio
digno de tanta memoria