Queridos amigos:
Un abrazo con todo mi cariño y un deje de nostalgia por los tiempos compartidos y nunca idos.
Mi saludo especial y con todo el reconocimiento a los que han resucitado este surco cultural de Villoria que siembra en todo el campo de «las villas» y que a lo visto va recogiendo abundantes frutos. No sabéis la alegría que tuve cuando pinché en la página Web y pude leer y ver sobre lo que acontece en vuestras vidas. Miro reiteradamente las fotos y la memoria me ofrece unas secuencias que me emocionan. Voy repasando caras queridas que ya no están aquí, pero desde donde están, continúan irradiando memoria viva. Uno de los últimos en despedirse ha sido Jose Amalio, con el que compartí poco, pero suficiente para darme cuenta que era un buen hombre y con ganas de trabajar por nuestro Villoria. Que Dios les de a él y a todos los que partieron luego de humedecer con su sudor esta querida tierra, esa patria prometida.
Con mucho gusto me he ofrecido para enviar lo que pueda y el tiempo me permita, acerca de esta nueva tierra en que me encuentro. Saben muchos que me estoy de misión pastoral en la amazonía peruana, donde los dominicos venimos trabajando recién cumplidos cien años. Ya me han dicho que TVE emitió varios de los programas que grabó entre nosotros para «Pueblo de Dios». Para los que no los han visto y piensen venirse de turismo a Cuzco-Machu Picchu, les diré que aprovechen porque ahora, tras los desastres que han causado las lluvias de temporada, que aquí duran de noviembre a abril, han bajado sustancialmente los precios turísticos. Pues bien, una vez visitada la maravilla de la fortaleza inca, a los pies de la cual navega el río Vilcanota, siguiendo su curso y en cinco horas de carro por carretera que están culminando de asfaltar, llegarán a Quillabamba. Claro que antes han tenido que ascender a 5.000 metros en plena cordillera de los Andes para luego bajar a la cabecera de selva en esta ciudad donde ha vivido nuestro querido hermano y amigo Alfredo sus últimos dos años de vida.
Aquí me encuentro ya hace cinco años, desde que llegué de Guatemala buscando la paz de la selva tras aquella experiencia violenta pero apasionada. Pero esa paz duró lo poco que tardé en darme cuenta que este paraíso está amenazado. Paraíso que ya fuera violentado por algunos locos conquistadores que pronto desistieron de la búsqueda del dorado. Luego llegaron los caucheros, luego los misioneros, posteriormente los petroleros y ahora los gaseros, hasta tener esta amazonía peruana lotificada y arrendada en el 75% de sus 100 millones de hectáreas.
R.A.I.