PELIGROS EN LA SELVA-1-
La zona del Alto Urubamba es de una belleza incomparable. Es la más rica reserva de agua de todo el Perú. El nombre de Koribeni significa esa riqueza o tesoro de agua, más que río de oro como se viene interpretando hasta ahora, con un sentido netamente virakocha. Se trata de un territorio de selva montañosa que a cada paso ofrece un panorama impresionante: enormes cascadas, ríos caudalosos y torrenciales, pongos donde se estrecha y hace rugiente, abundancia de fauna salvaje en los lugares más recónditos.
Pero también es una de las zonas en mayor peligro por la inmisericorde y necia penetración de los asesinos de la vida vegetal y silvestre. A cada paso se escucha el rugido diabólico de las motosierras; el tac-tac macabro del corazón de hierro del hacha criminal.
Los árboles ofrecen mucha resistencia, rugen, gritan, claman y agonizan en su tortura, hasta caer con un estruendo que suena a la voz de Dios que se une a este lamento cósmico de los hijos de la selva.
Quizá previendo la llegada de estos seres y aparatos infernales, ese organismo complejo y vital que es la selva se dotó de sus propias defensas. Como doncella temerosa de ser seducida o violada, guardó y defendió celosamente su virginidad. Solo los que la respetan, que son los nativos, han sabido gozarla en armonía y plenitud y son un ejemplo para el resto de la envenenada humanidad.
La madre selva se defiende de los que se empeñan en penetrarla. Su espesura ya es toda una invitación a renunciar a las pretensiones de ir más allá. Sus cerros son inexpugnables a no ser por los senderitos invisibles por donde caminan ágiles como venados y desnudos como la flora, dejándose acariciar, sus hijos. Bulle la vida en el corazón de la montaña y gritan espumantes sus quebradas cuando revientan las nubes y los peces se deslizan por su epidermis.
Pero toda esta belleza no es para cuerpos extraños. Los que osamos invadirla, los que queremos también gozarla, recibimos sus mil formas de desquite. Las montañas, muchas de ellas inexpugnables, esconden sus secretos tras las celosías de las nubes y la espesa fronda. Es preciso ser experto escalador para acceder a la mayoría que esconden también leyendas y mitos que, poco a poco vamos conociendo. Cuentan con la complicidad de la pertinaz lluvia y perenne humedad que hacen estériles los pasos e imposible la avanzada. Cada pisada es un resbalón que puedes controlar si gozas de buen equilibrio, pero cuando ya estás cansado, es imposible mantenerte enhiesto.
Los orines de Tasurintsi han formado ríos de aguas torrenciales y cascadas espumosas que transitan por barrancos que arrancan árboles a su paso arrastrando moles pedregosas que van dejando como señales del peligro por su surco. Sus rugidos son otra poderosa señal de alarma que acobarda a quien quisiera meter sus pies en tales remolinos. Aliadas las aguas con las montañas, las convierten en abismos deslizantes por donde nadie en sus cabales intenta la subida.
Allá por donde pasan los arroyos, por pequeñas que sean las cantarinas aguas, te obligan a descalzarte, cual Moisés ante la montaña sagrada, para rendirle tributo y sentirte enano y adorador ante tamaña hierofanía. Como muñeco de sal, te vas metiendo en el agua; primero los tobillos, luego las rodillas, después la cintura… hasta llegarte el agua al cuelo y luego obligarte a nadar con todo lo puesto encima. A lo largo de la difícil travesía, besarás varias veces sus sabrosos labios hasta hundirte en la travesura. Es un bautizo que te inicia en el sacramento de la selva.
R.A.I.