Y qué decir de las mil formas de vida animal que la pueblan. La más minúscula son los insectos que no ves, pero adivinas por la sangre que te irrita y al pronto ya tienes un granito enrojecido que se va hinchando a la par que jodiendo. Esa es la consecuencia inmediata, pero sería suave si ahí no más quedara. En el peor de los casos, al tiempo, incluso al paso de meses, puede degenerar en las temibles Malaria, Fiebre amarilla o Paludismo.
Hay temporadas en que te ves rodeado de plagas de mosquitas que no son más que puntitos negros que se vuelan a tu alrededor y van torturándote picazón tras picazón dejándote brazos, cara y pies cual doloroso colador. Otros parientes de estas mosquitas, un poco más creciditas porque se le adivinan las alas, tienen la fea costumbre de querer penetrar por todas las ventanas de tu organismo: ojos, boca, nariz oído y… menos mal que llevas otras con celosías.
Luego, también de la familia, pero ya creciditas, son las abejas. Las hay de muchas especies a cada cual más rejodida. No son como las que conocemos los blancos, que van ronroneando antes de aterrizar. Estas aterrizan sin aviso y ya en pleno descenso, llevan enhiesto el aguijón asesino que clavan sin compasión. Una despega y la otra aterriza, hasta que el campo está ya inoperable de tanta montaña recién amanecida.
Y pasamos a las hormigas que por millones por todos los caminos transitan. Comencemos por las más agresivas: las famosas Isula, las más crecidas. Su picadura es letal ya que no mortal. La mordedura es de tal calibre que duele como si un clavo te clavases y al poco te entra la gangrena en forma de piel adormecida, pero sin cesar el dolor que se hace por momentos insoportable y dura varias horas y te imposibilita más camino en esa fatídica.
Ahora vienen las hormigas Chapo, mucho más pequeñitas pero más abundantes y encontradizas. Su picadura es tremenda porque son cientos las que te invaden al menor descuido, lo mismo por los pies que por las manos, pues acechando por todas partes y siempre sedientas de sangre. No pican como los clavos de la isula, pero sí como chinchetas aunque no es de horas su dolor que pasa más temprano, pero te deja huella con las partes impactadas bien inflamadas.
Hermanas menores de estas abusivas son las Chibukiro y las Matianeri cuyas mordidas no son dan dañinas, pero tampoco caricias. Siempre dejan tatuajes en ti carne, cobrándose así de transitar tu osadía.
Tenemos también al pariente minúsculo de esta familia: el Pique. Es mezcla de insecto y hormiga y pariente de las pulgas. Pero tiene el atrevimiento de horadar tu carne en las partes más delicadas como las uñas de los pies. Nunca avisa, sino cuando ya te ha invadido y está incubando sus crías en tu propiedad. Avisa su presencia gestante en forma de espina clavada y se aprecia entre tus dedos y uñas, un grano con un puntito negro en medio. Manos expertas tienen que extirpártelo, porque de no extraerlo con todo y su placenta llena de crías, seguirán haciendo más grande el volcán que dejan cuando los has arrancado.
R.A.I.