Han sido nueve largos meses, con sus correspondientes vacaciones incluidas, los que han pasado desde que comenzara el curso allá por septiembre del año pasado. Todo un parto. Y ahora llega el momento definitivo: Qué será, ¿niño o niña?. Que sea lo que quiera, el caso es que venga bien, dirían los padres. Pero en este parto estudiantil este dicho no nos vale: Qué será ¿suspenso o aprobado?, aquí no da igual, el suspenso no nos sirve, lo que cuenta es el aprobado y si es con buena nota mejor que mejor.
En estos últimos días de mayo y primeros del mes de junio son muchos los estudiantes que se juegan su paso al siguiente curso, su acceso a la Universidad, su fin de carrera; casi nada, chucherías de tres al cuarto…¿Somos conscientes de los importante que es para nuestros hijos este momento? Seguro que si hacemos una encuesta el noventa y nueve con noventa y nueve por ciento diríamos que sí. Importante para ellos y para nosotros, faltaría más. Hagamos ahora un examen de conciencia; ¿Cuántos de nosotros hemos seguido con la intensidad y la dedicación que ello requiere su marcha durante todo el curso?Me atrevería a decir que ahora el porcentaje bajaría considerablemente.
Y es que el curso comienza desde el primer día que cualquier estudiante pisa el aula, desde un niño de primaria hasta un joven estudiante de carrera o de formación profesional., y desde este punto de partida comienza nuestra tarea de seguimiento, vigilancia, ayuda, apoyo o llámese como se quiera. Alumnos y profesores son los protagonistas, pero nuestro papel, no por ser secundario es menos importante, máxime cuando nos podemos apoyar en el tutor personal, el consejo escolar e incluso la asociación de padres y madres de alumnos (AMPA) para evaluar la evolución de nuestros hijos a lo largo del año. Lo que van a dar a luz ahora nuestros «retoños» no va a ser el resultado de un examen mejor o peor hecho sino del esfuerzo desarrollado durante todo un curso, y en esto, como en tantas otras cosas, los padres tenemos tanta responsabilidad como el que más.