Seguro que muchos de nosotros hemos oído o dicho expresiones como «esto es jauja» o «vivir en jauja». Es una más de esas frases hechas en castellano que casi todo el mundo utiliza por la fuerza de la costumbre aunque no sepamos exactamente cuál es su origen y qué significa. El diccionario define «jauja» como lugar o situación ideales.
Nosotros hemos investigado un poco y nos hemos encontrado con multitud de teorías y afirmaciones, algunas bastante verosímiles y otras bastante increíbles. Sabemos que en España hay pueblos en distintas provincias que se llaman Jauja, aunque lo más probable es que la palabra se refiera a la ciudad de Jauja, situada en Perú, concretamente en el departamento de Junín.
Los historiadores afirman que fue una de las primeras ciudades fundadas por los españoles que conquistaron el Perú allá por 1532 con Francisco de Pizarro a la cabeza. No sabemos si este nombre se lo pusieron los españoles en recuerdo de alguno de los pueblos que tenían este nombre en España o asimilaron el antiguo nombre de «Hatun Xauxa» que tenía la zona en la época incaica anterior a la conquista española.
De una forma u otra lo cierto es que el lugar era privilegiado por su ubicación, por la fertilidad de su suelo, la salubridad de sus aguas y la limpieza de su aire. De aquí puede derivar lo de «vivir en jauja» como sinónimo de vivir en el paraíso. Francisco Pizarro la convirtió en la primera capital del Perú hasta la fundación definitiva de Lima, la cuidad de los reyes. La fama del lugar llegó a España con el regreso de los primeros españoles del Nuevo Mundo.
Además, en noviembre de 1532 Francisco Pizarro, sus hermanos y otros ciento sesenta españoles capturaron en la localidad de Cajamarca al indio Atahualpa, el jefe del imperio inca. El objetivo era conquistar todo el territorio e incorporarlo a la Corona española. Pizarro había sido nombrado gobernador del Perú por el rey de España y con la captura del jefe enemigo se vino abajo el imperio inca. Atahualpa prometió a los españoles llenar una cuarto entero de oro y plata a cambio de su libertad y su vida.
Aquel rescate fue sin duda el más caro de la historia, ya que sumó, entre lo saqueado por los españoles y el rescate, más de un millón y medio de pesos de la época y convirtió a los ciento sesenta españoles participantes en inmensamente ricos. El oro y la plata le sirvió de muy poco a Atahualpa, ya que fue ejecutado en cuanto los españoles comenzaron a oír rumores de que se preparaba una rebelión de los indios para liberar a su jefe y acabar con los conquistadores.
Y llegados a este punto, ¿a qué no adivináis en qué lugar encargó Pizarro al tesorero real guardar y custodiar el tesoro de Atahualpa?. Pues sí, efectivamente, el inmenso tesoro fue trasladado a Jauja. Seguro que allí hace quinientos años que se pudo decir con total propiedad y conocimiento de causa aquello de «esto si que es Jauja».