Se trata de un nuevo acto de vandalismo, y esto empieza a ser preocupante
Esta vez no es, ni por asomo, una gamberrada que se pueda limpiar con lejía, detergente y un buen estropajo. Esto ha sido un atentado directo contra uno de los instrumentos de trabajo de una familia que vive de eso, de su trabajo, y a la que le va a costar un buen puñado de euros su reparación. Un simple objeto cortante y una mala baba impresionante han bastado para que este especie de almacén haya sido dañado de suma importancia tanto en lo que concierne al material del que este construido como a la mercancía que almacena. La nieve caída dificulta la visión de los deterioros, pero se puede apreciar el gran daño que se ha hecho.
A partir de ahora surgen las interrogantes ¿Quiénes han sido los autores?, ¿Qué les ha motivado a realizar esta fechoría que sólo busca hacer daño? Bueno sería que se descubriese a los culpables y que pagaran por ello y de paso, enterarnos de una vez por todas con quien nos la estamos jugando-si es que son de aquí-.
Probablemente no tenga nada que ver, o sí, vaya usted a saber, pero quizá firmar artículos con nombres y apellidos y que vayan en contra de lo que algunos quieren oír, empiece a ser un problema. Si algo tuviera que ver este tema con algún artículo aquí publicado, vaya desde aquí nuestro apoyo incondicional a la persona que lo firmó con nombres y apellidos, igual que hubiéramos hecho si en su artículo hubiera dicho todo lo contrario de lo que dijo. Faltaría más.
La libertad de expresión ejercitada con respeto a los demás es un derecho fundamental al que nunca debemos renunciar. Si lo hacemos, nos estaremos negando como personas y haremos el juego a aquellos que nos quieren imponer sus ideas y sus valores tapándonos la boca. Pese a quien pese y pase lo que pase, que siempre nos queden las palabras.