Desde la Misión de Koribeni en Perú, Roberto nos felicita la Navidad y nos regala un hermoso cuento
A los que estáis todo el año de adviento: dando muchas más buenas que malas noticias, ¡Feliz Navidad! porque la propiciáis. A todos los que consultamos cuando podemos, vuestra-nuestra página, ¡Feliz Navidad¡ A todos los emigrantes, como yo, pero con la mente y el corazón en nuestro Villoria, ¡Feliz Navidad¡ A todos y todas los que hacemos lo posible por recibir el elogio de los ángeles por nuestra buena voluntad, ¡Feliz Navidad¡ Que 2011 Besanavilloria siga transmitiendo esa tan buena noticia de los mejore sentimientos que siempre nos acercan, aunque nunca estamos lejos. Con todo mi cariño, reconocimiento y agradecimiento
KORIBENI: UN CUENTO DE NAVIDAD
Erase una vez al atardecer del día de nochebuena, cuando el sol iba de caída y el color hace resplandecer el paisaje y las figuras. Estaba en el corredor de la misión San José de Koribeni, contemplando la belleza de las montañas que rodean nuestra casa, escuchando el fragor de las aguas del Urubamba que baja bien crecido en estas fechas y sube de volumen al alborotarse cuando recibe el caudal del río que da nombre a la misión. Sentía el dulce beso del viento sobre mi cara, el tasunq, soplo de Tasorintsi que un poco más abajo creó al matsigenka en el pongo del Mainike.
Bajé de mi balcón y le dí algo del pan que a nosotros nos sobra, hasta un poco del pastelito que se estaba quedando duro en la nevera. El, con su cara encendida por los últimos rayos del sol de nochebuena y su sonrisa, me dio tanto que me sentí miserable ante su sencillez. Me dijo al menos cinco veces, como si me recitara un poema: «gracias, gracias, gracias, gracias, gracias». Y yo, desde entonces, estoy repitiendo, repitiéndome, repitiéndole al buen Dios que en Diego adelantó la navidad, la misma palabra, hasta el día de hoy.
Cada día pasa Dios por debajo de nuestro balcón. Hoy fue Diego, el niño matsigenka. Cada día es Navidad, porque viene Tasorintsi, con la delicadeza de Diego, a llamar a nuestro corazón.
Cuando el sol ya deja paso a Kashiri, una luna enorme como los ojos de Diego y bajo las estrellas, más numerosas, brillantes y cercanas que nunca, van llegando, como las figurillas del Belén, aquí un auténtico Belén viviente, los niños con sus papás a esperar el comienzo de la misa de gallo. Van extendiendo sus esteritas sobre la explanada de la misión, porque saben que el padre proyectará una vez más, el nacimiento de Jesús.
En Koribeni los papás y el niño más nuevecito, porque son muchos los nacimientos a lo largo del año, están en el presbiterio como José, María y Jesús. Los hijos de la selva alaban al Hijo de Tasorintsi que ha querido vivir como ellos. Muchas veces repetimos en nuestra catequesis, que «Jesús hablaba matsigenka», porque el estilo de vida, las parábolas y los hechos, los comprenden perfectamente, no son un lenguaje desconocido.
Y a lo largo de la celebración pienso en el Herodes que ya perturba el sueño y amenaza la vida de estas criaturas: las empresas que extraen y comercian con el gas y otros recursos de la madreselva. Y pienso también en los reyes magos que debemos ser los misioneros, no tanto por los regalos que llevamos, cuanto por la vida que regalamos al servicio y cuidado de estos angelitos, mochila al hombro, surcando las aguas y a veces los cielos de esta querida selva, de este auténtico Belén viviente.
Y cantamos con más fuerza y convicción que nunca: «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a todas las criaturas de buena voluntad». Gloria a todos y todas los y las que hacen posible y auténtica la nochebuena.
¡FELIZ NAVIDAD! Roberto Abalos.
Koribeni Navidad 2010