La persona que envió esta carta publicada en Besana nº 8 en 1987, llevaba 20 años fuera del pueblo. Ahora lleva 44.
Ágata Martín nos contaba a través de estas emotivas líneas sus sentimientos para con la tierra que la vio nacer y donde vivió los primeros años de su vida. Hoy queremos reproducirla porque entendemos que puede ser el fiel reflejo del sentir de muchos villorejos que tuvieron que partir hace años para buscar una nueva vida.
No hemos vuelto a saber nada de Ágata, pero a través de ella queremos recordar una vez más a todos los que desde la distancia recordáis con cariño vuestro pueblo. Los padres de Ágata ya no están, pero como ella dice al final de su carta, le queda otra madre: su tierra.
Querido pueblo, querida gente:
Voy de vuelta a casa con mis hijos, y en lo más profundo de mi ser, no sabría muy bien definir lo que siento. Por una parte alegría y por otra, una gran tristeza. Tristeza llena de nostalgia y recuerdos que mi pueblo y mis campos castellanos dejaron muy dentro de mi.
Quiero deciros queridos paisanos, que me siento orgullosa de toda esa labor cotidiana y solidaria que hacéis para el pueblo y por el pueblo. Quiero agradeceros la entrega personal, que a veces imagino poco estimulante, por todo aquello que intentáis crear para el bienestar de Villoria. Yo os digo que no desistáis, que todo lo que se siembra se recoge. A veces los frutos no son inmediatos, pero os llegarán y os sentiréis orgullosos de vuestro tenaz empeño.
Venía en el tren y revivía mi encuentro con mis raíces. No ha sido ahora cuando me he reconciliado con mi tierra. Son ya algunos años que en la distancia pienso en mis raíces tan profundamente arraigadas. No hay paisaje que me sobrecoja más que el de Castilla (y a decir verdad, he recorrido medio mundo).
Es lamentable, como gran parte de toda esa generación que nos tocó vivir, como mi caso personal, nos hicieran rechazar durante muchos años todo lo relacionado con nuestros orígenes. Todo renace con la madurez y esa necesidad que te dan los hijos, de querer identificarte con una energía del tiempo. Y con todo eso yo hago alarde de carácter castellano: seco, sincero y austero. «Al pan pan, al vino vino».
Os doy las gracias por todos los sentimientos que me habéis hecho vivir estos días que he pasado con mis hijos y mis padres. Sólo me quedan ellos, para recordarme que todavía soy de este pueblo. Y en mi nostalgia de vida feliz, que viví de niña chica, donde todo lo que soy y seré, se lo debo a mi infancia, pobre de cosas materiales, pero rica en belleza, que mis ojos de niña vieron y absorbieron como regalo divino.
Hasta pronto querido pueblo. Sigo sintiendo que tengo madre por doble sentido: mi madre y mi tierra. Y reconocer que se tienen esas dos cosas, es toda una suerte. GRACIAS.
Ágata Martín