AGUA PARA ESTA TIERRA.
El niño mira a su padre
mientras observa la tierra;
ve su cara requemada,
sus manos llenas de grietas.
Sube la mirada al cielo
con esperanza y tristeza.
-Padre, este año no llueve,
no cogeremos cosecha.
El trigo no echa la espiga
y la tierra se nos seca.
El padre vuelve la vista,
sonríe al niño, lo acerca:
-lloverá hijo, no sufras,
ve con tu madre y reza.
El Señor nos dio esta tierra
para que vivamos de ella.
La hemos labrado con ganas,
al límite de las fuerzas.
Hemos abierto los surcos
y hecho la sementera;
hemos abonado a tiempo,
quitado las malas yerbas.
Nuestro sudor ha mojado
cada metro de esta tierra.
Una mañana de mayo,
a mediados, por más señas,
mientras el niño rezaba
con fe, pero sin certeza,
el cielo se oscureció
y descargó la tormenta.
El agua sació de pronto
las sedientas sementeras.
Algunos años después,
un hombre sigue a sus bueyes
en aquella misma tierra.
Hace un alto en el camino
junto a una tumba que hay cerca.
Llega hasta la sepultura
y susurra con voz queda:
-lloverá padre, no tema,
tendremos buena cosecha.
Julián Barrera.