Sigifredo Maria:Casa de adobe
De Sigifredo Maria… Para Besana..
Hoy estoy un poco cansado y cargado de melancolía. No sé si por mi impertinente insomnio, que me hace la vida muy difícil o por mis lejanos recuerdos, que de vez en cuando afloran en mi mente y me trasportan a un lejano pasado que jamás volverá. Trato de superarlo escribiendo esos recuerdos que afloran en esas largas noches, que aunque ya sean historia se convierten en realidades presentes. Querría olvidarlos, a pesar de que el pasado no se puede olvidar, pero sí pasar de ellos, como dicen los jóvenes de hoy, pero no puedo…
Esta noche he paseado por el viejo pueblo que me vio crecer y no sé si mi sueño ha sido dormido o medio despierto pero ha sido tan real, que me he levantado y me he puesto como os digo a escribir porque no quiero que sueños tan parecidos a la realidad se olviden como lo que no vale nada. Aunque ya hace mucho tiempo se dijo, que los sueños, sueños son, no podemos negar que a veces nos transportan a realidades vividas, que te recuerdan aquel pasado tan diferente, pero que aunque queramos olvidarlo, existió, pues parece que lo bueno no se debiera olvidar y olvidar nunca es bueno.
He paseado por las viejas calles del pueblo cuando aun no se conocía el asfalto, cuando todas eran de tierra y como acera lo único que había era una especie de montículo un poco más elevado junto a la pared. Los vecinos del pueblo con sus palas de chapa lo hacían para no ir pisando por los charcos o el barro que había en casi todas las calles, por el paso del ganado y los carros y además porque en Villoría el agua manaba en cualquier esquina.
Por aquellas calles de tierra, que si era verano se mezclaban con paja de la que se caía de los carros, de llevarla de las eras al pajar y que además estaban llenas de excrementos de los animales que casi hacían la vida en ellas. No solamente andaban por ellas el ganado que se usaba para labrar las tierras sino que también hacían vida permanente la mayoría de las gallinas que había en el pueblo. Era muy poca la gente que tenía un corral para tenerlas encerradas, aunque había grandes corrales en el pueblo, pero eran propiedad de los llamados ricos. Ya se sabe, que cuando unos tienen mucho, otros no tienen nada, pero bueno, esto es otra cosa que no estaba en mi sueño,…
Por aquellas calles que yo recorría muchas veces descalzo y otras con albarcas, he paseado esta noche. Y aunque sé que el pueblo de hoy no se parece en nada al que yo aquí describo, he recorrido soñando el viejo pueblo y he visto como era, no como es.
Sé bien que las personas primero son nuevas y luego se hacen viejas para siempre, nuestro pueblo ha ido al revés, antes era muy viejo con sus casas de adobe y ahora es nuevo, con casas de ladrillos. Aunque quizás no sea esa la palabra, nuevo o viejo, sino que ahora es diferente, lo han cambiado. Los que vivimos entonces, no es que nos hayamos quedado anclados en el pasado o estemos en contra del progreso..no. Es que sin el pasado, no tendríamos historia y a mi si algo me gusta recordar, es mi propia historia, que entre otras cosas no miente, soy avezado y a veces cruel, conmigo mismo, pero me gusta recordar y si pudiera todo mejor. Por eso me acuerdo de las viejas calles, de las viejas casas de adobe, de las que parece se han olvidado, su sitio lo ocupan ahora las nuevas construcciones de cemento.
Esta noche también paseé por los verdes prados que ya no existen, las nuevas casas han copado su espacio, espacio que creíamos que nunca se cubriría de cemento. Hoy solo existen en el recuerdo de los que por ellos corríamos, y que además en ellos cogíamos y comíamos las acederas donde recogíamos setas y en donde comíamos el tallo de una clase de claveles que solo nosotros conocíamos, por donde también corrían las gallinas de las pocas casas que había al lado de la carretera pegadas al regato que separaba el pueblo del prado. En mi sueño, he visto correr aquellas gallinas en busca de su casa porque un águila volaba por encima de ellas, algo que siempre me admiró… ¿Cómo estas gallinas que se criaban en el medio urbano podían reconocer que aquello que volaba por encima de ellas las podía hacer daño? Se sabe que todo ser viviente nace con los genes de sus antepasados y en ellos escritos el instinto de supervivencia.
Estoy haciendo sin querer una descripción del viejo pueblo y sus avatares, que puede no ser creído por las nuevas generaciones, pero si os digo que hasta las tierras de Villoria no solamente llegaban las águilas, buscando las gallinas del prado, sino que también se veían volar bandadas de buitres que posiblemente vendrían desde la lejana sierra de Gredos para comer la carroña de burros, caballos o mulas que se morían o mataban cuando se perniquebraban y que se tiraban no muy lejos de las casas. Pues tengo que decir que para los cristianos era pecado comer esa carne y todo porque allí en el portal de Belén se maldijo la mula porque no daba como la vaca cada año un ternero.
A nosotros nuestra religión, nos prohibía comer mula, caballo o burro y por eso, se tiraba a pesar del hambre que había, esto no lo he soñado, esto, lo he vivido. Recuerdo que había una familia que si comía esa carne, la iban a buscar a escondidas para que nadie les viera, recuerdo que ellos eran altos y fuertes, porque estaban bien alimentados pues por lo menos no les faltaban las proteínas, cosa que a nosotros sí y lo demostraban nuestros ojos que se llenaban de legañas por falta de esas proteínas, y de vitaminas que también escaseaban y nuestra talla era muy inferior a la de ellos. Todos éramos pequeñitos, pero ellos eran unos pecadores según las críticas de la época y nosotros no… ¡Valiente tontería era esa opinión!…pero así nos lo exigían los doctores de la iglesia. Bueno amigos, que empecé con un sueño y he acabado despertando un pasado no muy grato.
Os mando estos versos en recuerdo a las viejas casas de adobe.
Un fuerte abrazo desde Vigo.
Sigifredo
Casa de adobe
Casa de adobe donde con miseria se vivía,
se vivía, se lloraba y se reía.
¿dónde te han tirado?
como olvidar la vida en ti vivida,
¿por qué te han olvidado?
Manos con callos, que el barro elaboraban,
que mezclando con paja
al llevarlo al viejo marcal en caja cuadrada,
salía el adobe para hacer la casa
¡sólo eres pasado!
Barro rojizo, que al arrancarte del fondo de la tierra
hiciste una inmensa charca,
que crió renacuajos, hijos de las verdes ranas,
el sudor derramado se perdió para siempre
como lo que no vale nada.
Tapias anchas y bien moldeadas,
contigo hicieron, noble adobe,
que guardaron secretos, que las penas tapaban,
donde la mujer paría y el viejo expiraba,
así eran mi pueblo y sus humildes casas.
Casa de adobe donde se hizo el amor, donde el niño lloró,
donde el joven cantaba, canciones sin ton y son.
donde se contó el cuento inocente, donde el perro ladró
y arrimado al morillo en silla de espadañas,
al calor de la lumbre, el viejo durmió.
Todos por tu puerta pasaban,
buscando descanso, buscando calor,
la mula, la vaca, el burro y el cerdo gruñón,
refugio de todos eras, por tu pasillo pasaban
tú fuiste todo, casa de adobe,
panera, pajar, gallinero y cuadra.
Adobe, en ti, tejía su tela la araña,
hacía la ratonera el ratón y el nido el gorrión,
te han dado tan mala fama,
que hasta insultan al hombre,
con tu noble nombre.
Tú que les guardaste del sol y del frio,
tú que los cobijabas,
te han tirado como lo que no vale nada,
ni un simple recuerdo,
¡eres sólo olvido!
Yo nací en una de esas casas,
que jabelgada con cal blanca,
para el día de la fiesta,
era tan hermosa por dentro
que parecía de nácar.
No busco palabras, para hablar de esas casas
dentro de ellas había las hermosas camas,
de metal o hierro con bolos doradas,
con colchón de lana y a veces de paja,
y de lino eran sus sabanas blancas.
Todo era contraste, las sabanas blancas,
el colchón de lana o de paja
y para arroparte, los días de invierno
las mantas muleras, también las usaban.
¡Oh, qué tiempo aquel!
los niños corrían, saltaban,
por aquellas calles, de tierra y de agua,
todo era importante, todo se valoraba,
éramos nobles de inocencia innata.
Yo no te he olvidado vieja casa de adobes,
pienso en lo en ti vivido,
eres más que un poco de barro.
¡eres el recuerdo de un lejano pasado!
Me gustaría que ahí, en mi pueblo
algo respetaran, para no olvidarnos
pues lo que se olvida, pasa a no ser nada.
¡Adiós, vieja casa!
¡Adiós, viejo adobe!
recuerdo que un día tú fuiste refugio,
de los que éramos un poco más pobres.