«La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en hacer otras cosas»
Hace unos días me encontré por la calle con un hombre mayor al que hacía muchos años que no veía. Me quedé mirándolo porque me sonaba y trataba de recordar de qué. A él le pasó lo mismo porque se detuvo a preguntarme a qué familia del pueblo pertenecía. Al final aclaramos las dudas mutuas –habíamos vivido en el mismo barrio- y nos quedamos charlando un rato para ponernos al día.
-«Lo peor fue lo de mi mujer, sabes, que falleció hace poco, la pobre (yo no lo sabía). Ahora que estábamos los dos tranquilos y con la vida resuelta se me fue para siempre. ¿Y sabes lo qué no puedo soportar, lo que me mata? La soledad. Durante la mayor parte del día no lo llevo mal. Salgo con amigos, me entretengo en el huerto, vengo de vez en cuando al pueblo, en fin, que estoy distraído. Lo que no soporto es comer solo, completamente solo. Me siento delante del plato y se me viene en mundo encima. Esto te va mimando poco a poco y acabas odiando las horas de las comidas».
El problema es cuando la soledad no la eliges tú, cuando es ella la que se mete en tu vida y el vacío que hay a tu alrededor es tan grande, tan inmenso, que no hay nada que pueda llenarlo. Y de esto no nos daremos cuenta hasta que no lo suframos en nuestras propias carnes. Todos nos iremos algún día, unos antes y otros después. Las personas que tengan una vida más larga irán viendo desaparecer de manera lenta pero inexorable a los amigos de su infancia, a sus padres, a sus maridos o mujeres y a todas aquellas personas que un día fueron algo en su vida.
No quiero agobiar a nadie con este tema como me agobié yo cuando lo estuve pensando. Ya sé que el tema no es agradable, pero puede que nos sirva para valorar más lo que tenemos ahora y que algún día ya no tendremos; esas cosas que damos por supuestas porque siempre han estado ahí, sin darnos cuenta de que todo es pasajero y efímero, que la vida es un suspiro y que todo llega a su fin. Hubo un poeta español que vivió hace quinientos años y que nos dijo en lo que se convertiríamos nosotros mismos y todo aquello que nos rodea:
«En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada».
EL PÁNCARO.