Dieciocho años después os seguimos queriendo.
Besana. Agosto de 1993. Estábamos en la segunda etapa de la edición de Besana. Los medios con los que contábamos entonces habían mejorado notablemente. Los ordenadores ya eran pieza clave para su redacción. Era verano y un buen momento para decir a todos los que vivían fuera que estábamos con ellos, que les teníamos siempre en nuestro recuerdo. Varios de los colaboradores de las primeras ediciones de nuestra revista habían pasado a formar parte de ese numeroso grupo de villorejos que tuvieron que buscarse la vida lejos de su pueblo.
Lo de jamoneros es un término que, nos atreveríamos a decir, se acuñó aquí, en Villoria , y si no es así que nos demuestren lo contrario. Con este vocablo se conocía a todos aquellos que, siendo del pueblo, tenían fijada su residencia fuera por el motivo que fuese y cada año regresaban a su lugar de origen casi siempre coincidiendo con la vacaciones. Para los que hemos vivido de continuo en el pueblo, la llegada de nuestros seres queridos ya fueran hijos, tíos, primos y otros familiares y amigos era un motivo de alegría. Nada mejor para agasajarles que ofrecerles nuestras mejores viandas, entre ellas ¡cómo no! ese jamón curado tras cada matanza. De ahí salió esta palabra: jamoneros, los que venían a comernos el jamón.
Queremos dejar bien claro que este término nunca se utiliza de forma despectiva con nuestros paisanos forasteros, todo lo contrario, como ya decíamos en el artículo en forma epistolar que les dedicamos aquel verano de 1993 y que hoy recordamos; aunque si le quitamos la fecha hoy seguiría estando plenamente vigente. Más de uno se molestó por emplear esta palabra con los que vienen de fuera. Ya lo dice el refrán «no hay palabra mal dicha, sino mal cogida». Esta vea nos la cogieron mal.
Esta fue la carta que hace 18 años les dirigimos:
QUERIDOS JAMONEROS:
Sí, nos dirigimos a vosotros, a vosotros que, viviendo fuera de Villoria, regresáis a ella cuando tenéis la menor oportunidad. ¡Ah!, ¿Qué no sabíais que os llamábamos jamoneros?, si hombres, sí, pero no os lo toméis a mal, no está dicho en tono peyorativo, sino todo lo contrario.
Sabemos la ilusión con la que la mayoría de vosotros volvéis a vuestro pueblo verano tras verano, puente tras puente, vacación tras vacación. El reencuentro con vuestros familiares, con vuestros amigos, con vuestras raíces es un justo premio a muchos días de duro trabajo, de sinsabores, de lucha diaria fuera de vuestra tierra.
Las circunstancias de la vida os obligaron a abandonar todo aquello que conocíais y queríais en busca de nuevos horizontes. Fueron tiempos duros; sólo vosotros sabéis lo que cuesta adaptarse a nuevas costumbres, a nuevas tierras, a nuevas gentes; ahora la mayoría formáis una familia plenamente integrada en vuestro lugar de residencia. Sin embargo, ese retorno periódico cuado encontráis el menor hueco nos confirma que el cariño al pueblo que os vio nacer y crecer sigue latente. A nosotros nos gusta cuando volvéis; más que una carga sois un aliciente. Nos llena de orgullo cada vez que os oímos decir: «Hay que ver como ha cambiado Villoria, ¡Quién la ha visto y quien la ve»; y nos llena de orgullo porque los que nos quedamos aquí el resto del año contribuimos a este cambio aportando lo que buenamente podemos; y también nos llena de satisfacción cuando alguno de vosotros participa en algunas actividades que se organizan durante vuestra estancia.
No hagáis caso de aquellos que lanzan improperios contra los «jamoneros»: To pa ellos», los bares, las calles, el frontón, ahora las piscinas, y por supuesto, el jamón. Estad seguros de que quien así habla lo está haciendo con la boca chica.
Nuestra mayor ilusión sería que fuerais una «especie» en extinción: que todos volvierais a vuestra tierra, que nadie tuviera que salir ya de su pueblo forzosamente. Sabemos que, hoy por hoy, eso es una utopía. Por eso cada invierno seguiremos haciendo la «matanza» para que cada verano un buen jamón esté esperando vuestra vuelta.
¡OS QUEREMOS JAMONEROS!
La redacción