Después de haber leído vuestro artículo sobre la Besana de hace 18 años, me decido a mandaros este correo.
Soy una jamonera desde el año 1962, cuando sin haber cumplido los 19 años mi padre me tuvo que dar un permiso especial para poder salir de mi pueblo rumbo a Alemania, con tanta pena como ilusión. Pero cuando va transcurriendo el tiempo la añoranza es tan grande que si no fuese por la necesidad o ese afán de superación que tenemos los seres humanos nunca saldríamos o dejaríamos a nuestros ancestros. Cuántas personas saben que esto es verdad, porque nuestro pueblo ha sido emigrante en un porcentaje bastante alto.
En cuanto a la nostalgia, está presente cada día, cada hora, cada minuto, en fechas puntuales, como las Navidades, o en verano, precisamente cuando se empezaban los jamones y cuando en nuestras parcelas se recolectaban aquellos pimientos o pepinos que se merendaban en las eras, que sabían a gloria. Personalmente nunca he vuelto a disfrutar de aquel sabor. Algo que ya reseñé cuando fui la primera mujer pregonera de las fiestas de nuestro pueblo, allá por el año 2000. Gracias paisanos, una vez más, por haberme concedido tal honor.
Para mí la nostalgia se acentuaba cuando un 8 de septiembre no podía estar en Villoria. Cuántas lágrimas he derramado por ello. También es verdad que después de casada y tener a mis hijos me las ingeniaba para obtener permiso laboral y acudir los más años posibles. Recuerdo que dejaba acostados a mis niños para que mi pobre madre, Aquilina, les cuidara y poder así yo disfrutar de las fiestas. De esas fiestas de las que me gustaba todo, como del cerdo, de donde sale el jamón. Los toros en la plaza de carros, aquello era diversión, sobre todo como se lo pasaban los más valientes, demostrando a las mozas su valentía y los sustos que pasábamos con los revolcones que les daba la vaca. Y el baile, tanto en la plaza como en el salón, donde sólo se bailaban pasodobles, todos a una al son de las orquestas formadas en nuestro pueblo, de las que aún queda algo pero observo que no se las tiene muy en cuenta.
Otra añoranza mía, aunque no reniego del progreso, Dios me libre, es que en los bailes de hoy no se puede bailar ni un pasodoble, que los traen enlatados como las conservas. Y dialogar, imposible, con tantos decibelios.
Después de ser emigrante durante 50 años hoy puedo disfrutar de mi casa en Villoria donde paso buena parte del año. Me sigue tirando Madrid, donde tengo una parte grande de mi vida, de 38 años, con hijos, amigos y muchas actividades ya que soy una mujer inquieta. Cuando tengo momentos para recordar pienso en paisanos que no he vuelto a ver, no sé si viven o no. Y lo que no entiendo es cómo pueden estar tantos años sin pasar por la tierra que les vio nacer. Me da mucha pena por ellos, aunque estoy segura de que no se pueden haber olvidado totalmente. Les recomendaría que sean usuarios de Besana digital, pasarían muy buenos ratos y se sentirían orgullosos de haber nacido en el mejor pueblo de la comarca. Quién nos iba a decir hace años que superaríamos a Cantalapiedra, Macotera y varios municipios más en número de habitantes e infraestructuras.
No os podéis imaginar lo que yo presumo delante de tantas personas que lo conocen. Los que me seguís, sabéis que en varias ocasiones hemos venido con nuestras actuaciones de la Casa de Salamanca de Leganés, cosa que les encanta a todas ellas. Aprovecho, pues, para pedirle al Ayuntamiento que cuente con nosotros en más ocasiones.
Contamos con un grupo de folk con grandes éxitos en conciertos de música sacra y especialistas en misas para grandes ocasiones, también todo nuestro folklore, villancicos, etc.
No puedo pasar de largo en estos momentos que Segisfredo, primo lejano, cuyo estado físico le tiene privado de movilidad, pero mentalmente está fenomenal, colabora con Besana, lo cual a buen seguro le servirá de válvula de escape y le hará sentirse más cerca de sus raíces. Me encantaría poder darte un abrazo, así que recíbelo a través de estas líneas.
Aprovecho también para mandaros a todos unos versos que hace unos años escribí a nuestro pueblo. Gracias por todo.
MI PUEBLO, MI CALLE
Mi pueblo es un pueblo hermoso
de la secana Castilla,
surgió de un hoy profundo
de la Salamanca árida.
Pueblo de mucho trabajo
todo a fuerza de arado
con el sudor de hombres rudos
a lo largo de los años.
Años de hambre y fatigas
se esfumaron como el viento;
es menos triste la historia
si se recuerda con versos.
Este rincón de Castilla
tiene una sombra muy tenue
los árboles son muy pocos
el sol cruza el horizonte.
Las llanuras son extensas,
unas con verdes trigales,
otras con secos barbechos
y sus rastrojos cruciales.
Aquí puedes disfrutar
de vientos muy naturales
que te dan salud y vida
por ser limpios y vitales.
Existe un barrio en mi pueblo
donde yo viví y soñé,
la calle Larga se llama
y florece en el cuartel.
Calle ancha y señorial,
casonas de piedra dura
presas de su soledad
y chirriantes cerraduras.
Hoy contemplando esas piedras
mi corazón siente alivio
los gigantes de otros tiempos
me aportan paz y cariño.
En fugaces pensamientos
siento la memoria entera
con fuertes rejas y bueyes
surcando mil sementeras.
Ahí vivieron mis padres
luchando contra los aires
y aunque dejaron su casa
jamás dejarán su calle.
Descansan en un jardín
con flores y sus cipreses
que se está quedando chico
porque los muertos no vuelven.
¡Ay, mi calle!
Muchas décadas atrás
jugamos allí unos niños,
esclavos de tiempos malos,
de miserias y de fríos.
La calle nos hizo fuertes
no nos asustaba el frío,
pisábamos agua y barro
sin botas y sin abrigo.
Y llegaron otros tiempos
nos abrieron las fronteras,
aquí quedó el corazón,
allí la tierra extranjera.
Quien emigró bien lo sabe
la vida y sus consecuencias
y nuestro pueblo lloró
por sus hijos las ausencias.
Hoy mi pueblo es otra cosa
tiene de todo, es verdad;
siento a veces tal nostalgia
que volvería hacia atrás.
Hay algo que no me gusta
y que yo puedo apreciar,
paseando por sus calles
conoces a la mitad.
Los demás pasan de largo
me pregunto: ¿quién serán?
pero tienen mucha suerte
viviendo en este lugar.
Mis relatos y mi pueblo
tienen por nombre Villoria,
donde quiera que yo esté
no hay mejor embajadora.
No figuraba en el mapa,
eso decía un cantar,
si huele a tomillo y nardos,
mi pueblo no tiene igual.
Mira si es guapo mi pueblo
y si es querido por mí
que lo añoro cada día
hasta que puedo venir.
Cuando no pueda pensar
y mi corazón se pare,
si me tengo que morir
en mi pueblo hay que enterrarme;
paseadme por mi calle
y será un paseo alegre
si podéis acompañarme.
Basi Cascón