BÉCQUER: EL POETA MAS SIGNIFICATIVO DEL ROMANTICISMO ESPAÑOL.
A los diez años, Gustavo Adolfo comenzó la carrera de náutica, en el colegio de San Telmo, en Sevilla. Sin embargo, su vocación se frustró, cuando el colegio cerró sus puertas. Fue a vivir, entonces, con su madrina, Manuela Monahay, y bajo su cuidado estudió pintura y latín.
En 1854, marchó a Madrid junto a su hermano. Allí colaboró en varias publicaciones periodísticas, fundando con unos amigos, la revista «España Artística». Sin embargo su estadía no fue grata. Los graves problemas económicos y de salud (se le declaró hemoptisis), comenzaban a debilitarlo. En el Monasterio de Veruela, encontró un lugar para restablecerse, y desde allí envió sus escritos, entre ellos «Cartas desde mi celda», a diversas revistas.
Data de esa época, el amor profundo y fugaz con Julia Espín, hija de un profesor del Conservatorio y organista del palacio real. Se dice que muchas de sus rimas la tienen como inspiradora, y le legó su nombre (Julia) a su sobrina, hija de Valeriano.
Fue con Casta, hija de su médico, Francisco Esteban, con quien Bécquer se casó en 1861, y con quien tuvo sus tres hijos. Sin embargo, el último de ellos fue fuente de conflictos matrimoniales, ya que Gustavo lo atribuía al fruto de un amor prohibido de su esposa.
Fue redactor del diario «El Contemporáneo», Censor de Novelas, pero nunca participó en la vida pública o política. La fama no lo acompañó durante su vida. Tenía pocos amigos. Era serio, bondadoso, poco expresivo, le gustaba la música y admiraba a Chopin.
Su obra es muy reducida, sencilla, cálida, sentimental y depurada. La componen sus célebres «Rimas», conjunto de 94 poemas breves, 25 leyendas y sus nueve cartas literarias con el título «Desde mi Celda».
Si bien su fama se debió a sus versos, también sus prosas fueron magníficas. En las leyendas, cautiva al lector mostrándole un mundo fantástico, que lo atrapa hasta el final. No trató de dejar enseñanzas morales, ni se ató a la lógica, sino que dejó fluir su imaginación y sus sentimientos, típico de los autores románticos. Algunas pertenecen al género gótico o de terror, otras, son verdaderas poesías, escritas en prosa, y otras son narraciones de aventuras. En ellas se destacó su admiración por la naturaleza y los paisajes castellanos.
Inauguró, junto a Rosalía de Castro, la línea moderna española, y fue así reconocido por autores prestigiosos como Miguel de Unamuno, los hermanos Antonio y Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Federico García Lorca, entre otros.
Se destacan entre sus obras: «El libro de los gorriones», «Historia de los templos de España» (1857), «Cartas literarias a una mujer» (1860-1861), «Cartas desde mi celda» (1864), «Obras completas» (1871).
Entre sus leyendas: «El caudillo de las manos rojas» (1858), «La cruz del diablo» (1860, «La ajorca de oro» (1861), «El beso» (1863), «La rosa de pasión» (1864), entre otras.
Su vida se apagó en Toledo, aquejado por una enfermedad que lo acompañaba desde 1858, el 22 de diciembre de 1870, en plena juventud (34 años), meses después de la física desaparición de su hermano, que había fallecido en septiembre.
Entre sus últimos deseos, solicitó a su amigo, el poeta Ferrán, que quemase sus cartas personales, para impedir su deshonra, y que publicasen sus versos. Opinó que «muerto seré más reconocido que vivo», y su premonición se cumplió.
Los restos de ambos hermanos yacen en Sevilla, donde fueron trasladados en 1913.
en mi pupila tu pupila azul.
¡Que es poesía!, Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.
*Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso…, yo no sé
que te diera por un beso
*¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú a dónde va?
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres….
ésas… ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día….
ésas… ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…, desengáñate,
así… ¡no te querrán!
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugo su llanto
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino: ella, por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún, ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá, ,¿por qué no lloré yo?