De posible piloto de aviones a pintador y escultutero
Villorejo , sin lugar a dudas.
A Jaime le conocemos todos. Hijo de Martín y de Basi, hace 40 años que nació en Villoria y aquí sigue viviendo. Estudio EGB en los Trinitarios y el Bachiller en el Lucía de Medrano, para pasar después a estudiar lo que, en principio, parecía que iba a ser su profesión: piloto de aeronaves. Para ello se matriculó en la Universidad, haciendo un año de físicas. Era ésta una carrera que le gustaba, pero no era su auténtica vocación. Después de mucho pensarlo y «animado por sus propios profesores» como el mismo reconoce, dejó esta carrera y se matriculó en Bellas Artes para poder desarrollar lo que desde pequeño siempre le había llenado: su afición por el arte en todas sus facetas.
Durante los años que estuvo estudiando en Salamanca, siempre encontraba un hueco para volver al pueblo y reunirse con familiares, amigos y pasear por esos lugares y parajes de su pueblo que tantas veces le han estimulado para ejerce su profesión.
Artista polifacético
Para Jaime el arte es «el idioma universal». Velázquez y Antonio López como pintores y Miguel Ángel en todas sus facetas son, sus artistas preferidos, no en vano es el arte clásico su gran pasión. Reconoce que la pintura y escultura moderna y vanguardista no son santo de su devoción «me esfuerzo por conocer y comprender este tipo de manifestaciones artísticas, cosa que no he logrado todavía».
Una vez terminada los cinco años de carrera, siguió realizando trabajos por encargo y todos aquellos de inspiración propia que su tiempo libre le dejaba. Después de alguna incursión en el mundo de la enseñanza, abandonó el intento porque a el «le gusta hablar y enseñar para quien quiera aprender» y esto no lo percibía en sus alumnos.
Dado que el arte por estas latitudes , salvo excepciones, no da para vivir– «el arte enriquece el alma, pero no llena el estómago», según afirma el propio Jaime- , todos estos años ha tenido que realizar trabajos que, pese a estar relacionados con su profesión, no han llegado a llenarle anímicamente. En la actualidad trabaja en la empresa de carpintería de Ismael, en Villoria, donde realiza diseños para trabajos relacionados con esta profesión.
Esto, hasta ahora, no es obstáculo para que siga con sus idea de lo que para él es el arte y como debe plasmarse físicamente. Según reconoce, «le gusta participar en todo el proceso de elaboración, ser arquitecto y albañil a la vez, así es como más disfruto». «La improvisación no existe, todo parte de la inspiración y el conocimiento». La mayoría de las veces «Es mas importante el tiempo que empleas pensando qué vas a hacer que el que estas trabajando».Observar las obras artísticas es también muy interesante «yo disfruto mucho con la observación del arte, puedo pasarme dos días enteros viendo el mismo cuadro y no me canso.»
En cuanto a que actividad artística es su preferida, no tiene predilección alguna. Le encanta el diseño, y la escultura y la pintura son artes que técnicamente domina, la primera utilizando sobre todo piedra y madera y la segunda inclinándose más por el óleo, aunque, como asegura, ahora hay todo tipo de pinturas y técnicas que te permiten plasmar tu obra en cualquier superficie y a la intemperie.
Sus obra en Villoria.
Recordamos junto con Jaime una anécdota de su juventud. Fue en el año 1988; contaba entonces 17 años y sus dotes de artista eran ya claras y evidentes. Por la fiesta de septiembre presentó un dibujo suyo a concurso para el cartel de las fiestas de este año. Su trabajo no fue el ganador, quedando en segundo lugar. La mayoría de la gente no salía de su asombro cuando comparaban primero y segundo premio y se preguntaban por qué no se le había dado como ganador. El no le dio entonces ninguna importancia y lo que si valora es el apoyo que entonces recibió de la mayor parte del pueblo.
Como obras más emblemáticas en el pueblo podemos mencionar las decoraciones en pintura del Torreón y de la Rúa. En el primero dio rienda suelta a su imaginación y ahí quedaron plasmadas esas figuras inspiradas en los trolls y en dragones que daban sentido al nombre con el que se bautizó este lugar.
En la Rúa fue su diseño de una calle lo primero que se hizo y a partir de aquí surgió toda la decoración posterior, reloj incluido que, por si alguno no lo sabe, funciona.
En cuanto a sus obras más queridas nos comenta que tiene debilidad por una escultura que representa un hibrido entre perro y león que está tallada en una piedra que encontró en la escombrera y que pudo trasladar a su lugar de trabajo gracias a la ayuda de sus amigos, y una talla de un pseudocristo muy expresiva y realizada en madera de aliso.
Historia de un Cristo:
Cuando se amplió la Rua, Jaime recibió el encargo de pintar un Cristo que todavía al día de hoy podéis admirar. En aquella época, Camilo, tío de Jaime comenzó a padecer la enfermedad que a la postre le llevaría a la muerte. De hecho en la pintura se puede ver que la obra está dedicada a él. Fueron días muy difíciles para Jaime y, según nos asegura, estuvo a punto de dejar el encargo, pero sacó fuerza de flaqueza y salió airoso. Nos comenta que la obra final es un autorretrato.
Pero aquí no acaba la cosa, y es que, una vez fallecido su tío, hizo una visita a su su tía Filo, viuda de Camilo y al entrar en la habitación del matrimonio, en la pared, encima del cabecero había una cuadro que representaba exactamente el Cristo que el había pintado en la Rúa. A la pregunta de si se había inspirado en este cuadro para pintar el de la Rúa, nos afirma rotundamente que jamás lo había visto. Ahí queda eso.
Terminamos. Según nuestro paisano «el arte tiene que hablar por si solo». Y Así lo hará, su obra la podréis admirar dentro de poco en la fecha y lugar que ya os informaremos.