De Juany Cortés y de una amiga
HASTA SIEMPRE, BERNARDO
Qué difícil es decirle adiós a alguien que quieres.
Te aferras a todos los recuerdos como si eso impidiera que el adiós fuera doloroso;
son tantos que parece imposible que a partir de ahora no se pueda construir ninguno nuevo.
Recuerdo cuando llegasteis al pueblo y nos reunisteis a los jóvenes en la iglesia,
qué expectación ante el cambio.
No había acto en el que no estuvierais presentes; allí estabais cuando el pueblo salió a la calle para protestar, para apoyar a los jóvenes con ideas nuevas para trabajar la artesanía,cuando nos divertíamos en las fiestas y también cuando llorábamos por algún ser querido; siempre a nuestro lado.
Erais muchos y había más pueblos a los que atender pero a ti te tocó Villoruela,
eras nuestro párroco. Nos diste tu cariño sin pedir nada a cambio y rápidamente nos ganaste a todos, desde el más pequeño al más mayor, conseguiste nuestro respeto y con ello el que hoy se nos haga tan difícil esta despedida.
Hace ya algunos años, alguien a quien quería mucho y ya se fue me dijo que seguiría vivo mientras le recordase; tú seguirás vivo porque en este pueblo has dejado una huella muy difícil de borrar.
Cada uno de nosotros te recordaremos por un gesto, por una palabra, por tantas cosas.
Estarás siempre entre nosotros.
DESCANSA EN PAZ
Juany Cortés
CARTA A BERNARDO
Bernardo, me acabo de enterar que te has ido y siento tal vacío que necesito hablarte y decirte todo lo que has significado para mí y para toda la gente que hemos tenido el privilegio de conocerte.
Contigo aprendí lo que significa ser persona en el más amplio sentido de la palabra. Pero te quedaba por enseñarme la lección más importante de tu vida, esa que no se aprende en los libros de texto: SABER MORIR.
Porque tú, Bernardo, has mirado a la muerte cara a cara, de frente. Has ido tras ella ligero de equipaje, meciéndote en su aroma como una dulce canción de cuna.
Tu mayor tesoro eras tú mismo: tu dignidad, tus principios, tus valores. Igual hablabas con un catedrático, que con el pastor que cuidaba sus ovejas allá en tu pueblecito leonés; disfrutabas del mismo modo de una comida en el mejor restaurante, que de un puchero sentado al amor de la lumbre con una anciana solitaria.
Has sido amigo de la gente sencilla, de los débiles, de los desamparados, de los que apenas tienen voz.
Desde el principio fuiste consciente de tu enfermedad y de cuál era su fin, pero lo aceptaste con tal dignidad, que eras tú el que animabas a los demás y el que trasmitías paz.
Ante tu grandeza humana me siento pequeña y desvalida. Yo que tanto miedo tengo a la muerte y al dolor, he aprendido cómo se puede afrontar con serenidad y sosiego, haciendo felices a los demás.
Lloraré tu muerte y sentiré tu pérdida, pero por encima de todo nunca olvidaré a la persona que tuve la suerte de conocer.
Una amiga