Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

HOMENAJE A SANTA ÁGUEDA


Me siento orgullosa que tanto mis contemporáneas como las más jóvenes nacidas en Villoria o llegadas de otros lugares sigáis con una fiesta tan arraigada
Siento gran devoción y admiro la valentía y firmeza con la que Santa Águeda defendió su integridad como mujer. Su vida me apasiona a la vez que me llena de indignación y aunque tengáis conocimiento de su vida, sólo quiero que con la cercanía de nuestra fiesta la recordemos con unas pinceladas.

Santa Águeda nació en Catania (Sicilia), mujer hermosa de familia bien acomodada, se enamoró de ella un senador llamado Quintianus, el cual fue rechazado por la joven, ya que su amor era para Jesucristo. Este hombre montó en cólera, martirizándola, hasta el punto de mandar cortarle los senos y lanzarla sobre carbones encendidos. Santa Águeda murió en el año 251, siendo meritoria de la palma del martirio. Con tanto dolor no perdió el valor para decirle a su agresor: «Cruel tirano. ¿No te da vergüenza torturar a una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?».

Os deseo un feliz día para venerar a esta virgen y mártir y pedirle que nos proteja de los «quintianos» que aún quedan en el mundo, que siguen martirizando a mujeres quitándoles la vida. Lo llaman violencia de género, yo lo llamo violencia del género masculino. Y ellos se creerán machos. Malditos cobardes.

Leí en Besana vuestro programa de la fiesta de este año. Yo tuve la suerte de ser mayordoma el año 1971, teniendo como compañeras a Cande, de Polito, Puri, de Carmelo, y Pili, la de Zurdo. Me siento orgullosa que tanto mis contemporáneas como las más jóvenes nacidas en Villoria o llegadas de otros lugares sigáis con una fiesta tan arraigada, de la cual guardo bonitos recuerdos como el de ver disfrutando a nuestras madres, aquellas sacrificadas mujeres que se desinhibían de sus tareas cotidianas, siempre y cuando sus dueños y señores les concedían tal permiso. Se vestían con sus mejores galas o con algo prestado por las jóvenes y salían a la calle como reinas por un día o por un rato, porque su dueño y señor las hacía volver para que le pusieran la comida. Pobres, cuánto debieron sufrir y aguantar con tantos hijos y aquellos maridos.

Hace tres años pasé Santa Águeda en Villoria, al dirigirme de misa al centro cívico había cuatro chicas jóvenes de unos 20 años y comentaron: «esta fiesta ya no tiene sentido, no sé qué quieren reivindicar», os aseguro que me mordí la lengua y nunca me ha pesado tanto, con lo fácil que las hubiese podido callar. Les habría dicho, y si alguna lo lee hoy le digo: respetad de lo que no sabéis, y si no informaos de la historia, que vosotras lo tenéis muy fácil y en parte se lo debéis a aquellas sacrificadas mujeres.


No obstante, siempre hubo hombres galantes y caballeros. Os cuento una anécdota que escuché de niña y que ocurrió un día de Santa Águeda, que no se me ha olvidado nunca. Allá por los años 50 ejerció en Villoria un veterinario llamado don Leonardo, tenía dos hijas y mujer, que además de una buena posición, eran muy guapas. Ese día, al salir de misa, se acercó este señor a un grupo de mujeres que no parecían ni ellas de lo guapas que se habían puesto y les dijo estas palabras: «estoy convencido de que si todas las mujeres fuesen ricas, no habría mujer fea».

Os informo de que, aunque todo esto son recuerdos, hoy tengo mucha suerte de poder seguir celebrando este día en Leganés, en ese trocito de mi tierra que es la Casa de Salamanca. Todo empezó un 5 de febrero de hace 22 años, nos vestimos con algo diferente, cogimos unos instrumentos y nos dimos unas vueltas por las calles. Los transeúntes extrañados nos preguntaban, nosotros les contábamos y hoy conocen y esperan vernos cada año. A raíz de ese día todo fue a más, formamos una cofradía, somos unas 70 cofrades, pagamos 20 euros, hacemos una rifa con objetos donados por algunas socias, con todo ello hacemos una comida, damos dinero a la parroquia e invitamos también al párroco que celebra la misa y a los tres tamborileros que nos acompañan, la Casa nos paga la orquesta del baile final.

Por la mañana nos recibe el alcalde en el Ayuntamiento, hace entrega de la banda y bastón a la alcaldesa, elegida por nosotras de entre las mujeres del grupo. Yo tuve la suerte de serlo en al año 2002. También tiene la deferencia de regalar, a la alcaldesa en cuestión, un mantón de Manila. A la salida del Ayuntamiento nos esperan muchos admiradores, bailamos jotas durante un largo rato, que aquí gustan mucho al igual que nuestros trajes. Me siento muy orgullosa de haber colaborado en implantar aquí la fiesta con mujeres que no la conocían y que hoy están totalmente integradas.

Pidamos por todas las mujeres del mundo que no se les cruce un «quintiano» en sus vidas para que acaben los malos tratos para siempre.

MUJERES DESDE LA HISTORIA

Con un sencillo lenguaje,
pluma y papel confidentes,
rindo ardoroso homenaje
a una mujer bien valiente
que no se dejó humillar
por la mano del más fuerte.

Le mutilaron los pechos
cual fieros perros de presa;
humillada ante los hechos,
no se rindió su altiveza
y exhibió este gran tesoro
en una humilde bandeja.

Con sangre de miedo helada
esperan tardes serenas
las mujeres maltratadas
que les corten las cadenas,
ellos, con el hacha en alto,
siguen causando tragedias.

Sueño un nuevo amanecer
suplicando con firmeza
que se rasguen las conciencias
de los poderes y altezas,
que no lloren más mujeres
y castiguen a sus fieras
ejecutando sentencias.

A todas mis compañeras
como reinas coronadas
lucís hermosas figuras
como el trigo en la besana,
emanáis olor a encina,
orgullo de castellanas.

Por estrellas de cristal
cambiáis vosotras las penas,
danzáis joviales y alegres
con sandunga y castañuelas,
baila vuestro corazón
cual chispeantes lentejuelas.

Bajo el cielo azul temblad
como madres, como esposas,
con caricias y con mimos,
pero fuertes como rocas
que se os vea como mujeres,
mujeres siempre vosotras.

Basi Cascón

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