Ahora se están poniendo las cosa feas en las ciudades, falta el trabajo y el que sale está mal pagado
Campo, yo te canto y te admiro y te doy las gracias por el pan que nos distes a nosotros que en ti crecimos y que cuando tuvimos que dejarte para ir a ganarnos la vida en la inhumana ciudad, tuvimos que escuchar ofensivas y groseras palabras de los señoritos que presumían ser de la ciudad, diciéndonos palabras como las de «desertores del arado» y otras lindezas nunca acertadas, porque el pan que esos señoritos comían era gracias al sudor que los campesinos derramaban en ese campo que ellos menospreciaban por su ignorancia.
Ahora solo quiero recordar de esos campos las cosas buenas, porque ya hace mucho tiempo que olvidé lo malo, porque como dice el cantautor Joan Manuel Serrat en su canción «que le voy hacer, si yo nací en el Mediterráneo», pues yo también lo digo «yo nací en el campo», en esos campos de Castilla que alimentaron a la España de ayer cuando todo era confuso y siguen alimentando a la España de hoy, que presume de ser mas autosuficiente. Por eso me da pena, que ahora la gente que vive en la ciudad cuando sale a pasear rara vez va al campo con ganas. Suelen poner pegas diciendo que llueve, que hace frío o calor, por eso yo me pregunto: ¿qué es lo que le pasa a esa gente?. Creo que ahora no gusta el campo porque nos hemos hecho tan cómodos que el sillón, el coche y la tele, se han convertido en nuestra ociosa forma de vivir. Para respirar aire puro se van a esas playas aunque para llegar a ellas tengan que recorrer cantidad de kilómetros, para luego achicharrarse en ellas y presumir después de un moreno que la gente del campo tiene sin esas molestias que conllevan sus caprichitos.
Pero de las cosas que en el campo pasan ¡ni una palabra! ¿por qué será?…pues porque para ellos el campo es una cosa muy lejana, de donde vinieron los abuelos que hoy ocupan los geriátricos, que han gastado su vida en la inhumana ciudad, de la que pomposamente presumen políticos, bautizando plazas y calles con sus nombres, sin reparar quien puso la primera piedra, la primera loseta, que casi siempre fueron los sufridos hombres que dejaron el campo para buscarse la vida en la ciudad, por donde esos políticos pasean pavoneándose como pavos reales como algo suyo. En tanto esos ancianos encerrados suspiran porque les gustaría pasear por los campos que les vio crecer y que los abandonaron por la engañosa ciudad empujados por la miseria que en aquel tiempo en ellos había, miseria provocada como siempre por los mandones de la época, que solo se preocupaban de que la ciudad progresara condenando al campo como aun siguen haciendo.
Cuando pasado un tiempo vas por el campo aquel que tu conocías en el que creciste, al verlo te das cuenta que esta tan cambiado que a veces no sabes ni donde estas porque nada de lo que había existe, es decir que han borrado nuestro pasado con las grandes obras, a veces innecesarias que trazan en los despachos sin preguntar si por donde pasan están bien o mal, ellos los mandones, lo hacen todo a su medida, caiga quien caiga, como pasaba en la dictadura no les importa las protestas de los afectados campesinos, que piden que se hagan otros trazados para así evitar muchas veces, pérdidas irreparables de sitios únicos que desaparecen para siempre y aunque hoy se puede protestar, casi nunca sirve para parar sus proyectos.
Con esto que escribo puede parecer que yo este en contra del progreso, ¡ni mucho menos!, pero defiendo a quien sufre el abuso, el de antes y el de ahora, el campo no es culpable de ello. Son los mismos mandones que hoy destrozan los paisajes a su antojo, como lo hicieron siempre, como antes a los hombres, que muchas veces engañados abandonaban sus pueblos queridos, mal vendiendo lo poco que tenían en el, para instalarse muchas veces en barracas en la periferia de las ciudades porque no les era posible otro sitio mejor por los ínfimos medios que traían de aquel campo, del que no se sacaba ni para comer ni para ahorrar una peseta. Había que ver lo que fue la década de los cincuenta y lo que había en esas barracas, ni siquiera los que ahora vivís en el campo os lo podéis imaginar.
Estos versos que a continuación escribo puede que a los jóvenes no les digan nada pues ellos nunca vieron fincas con los surcos rectos y no sepan de la competencia que existía para hacerlos mas rectos que los demás gañanes. Gañan es el que araba con bueyes o mulas, y lo de gañan lo repito, porque quizás los jóvenes de hoy no lo sepan, porque ahora los que aran las tierras son tractoristas, tractoristas que tiran y tiran para acabar cuanto antes y solo les preocupa eso acabar y no de hacer surcos rectos, lo que antes tanto prestigio daba al que los hacia…también es posible que los jóvenes no entiendan lo de ser criticado por no arar recto…
A LOS CAMPOS DE MI PUEBLO
Campos, campos arados
que el humilde buey rompió
con la fuerza del brazo
de los gañanes sacrificado.
sólo cosas bonitas,
y no quisiera recordar
cuantas cosas de ti borraron.
Porque los que me siguen
de otra forma te tratan,
y sin darse cuenta
tu hermosura natural matan.
¡Ay campo!..ay verde campo,
donde canta la alondra,
donde la liebre corre,
y hasta donde grazna el grajo.
Cuando respiro tu aire,
cuando tu brisa me cubre,
mi alma se ensancha
y flota, como la espuma en el mar
cómo una pluma en el aire,
como el eco en la montaña,
cómo un suspiro en el alma,
que te alivia al respirar.
de mi pueblo pienso,
envidio al cielo que los cubre,
yo quisiera ser un espejo.
para que llegara hasta mi
su imagen, su reflejo.
Y así tenerlos en mi mano
y poder contemplar las ondas
que en él marco el gañán
con el manso buey con el viejo arado.
Con aquel arado que marco el surco
buscando el hito de la torre lejana
que tan cerca del cielo parecía que llegaban
que él hombre que los hizo
con su mano en la frente, se paraba a mirar,
si entre las estrellas o en la tierra ara
Porque a aquel surco que seguía y seguía
que parecía una cuerda colgada del cielo
donde ligeros de ropa ellos marcharon
dejando el surco de sudor empapado
sin nada para el camino, se fueron,
ellos que tanto a nosotros nos dieron.
fueron fuente de vida,
dieron pan a sus hijos,
y tengo que decir que por su entrega
en el cielo están, todos, de eso estoy fijo.
En esos campos que ellos trabajaron
creció el dorado trigo, y el áspero cardo,
de aquel trigo salió el blanco pan,
y del cardo espinoso la flor
donde libo la abeja para llenar el panal.
Ay campo, campo que duro para ellos fuiste,
pero sé que a nosotros
por aquel duro trabajo alimento nos diste.
no les olvidemos
porque de ellos ya ni sus tumbas existen.
Sigifredo Cascón María