Animo a esta juventud tan informatizada que no dejen la lectura como algo también del pasado Gracias por permitirme publicar en la revista Besana algunos relatos basados en mi memoria. Para las nuevas generaciones estos textos pueden resultarles extraños y caducos. Muchos pensarán lo pesado que resultan estos padres y abuelos con sus recuerdos. Lejos de mi intención traer el pasado desde la nostalgia. La vida en sí es maravillosa en todas sus etapas y experiencias, sean estas felices o dolorosas. Lo importante es aprender y rescatar aquello que nos aportan para seguir creciendo intelectual y espiritualmente. De eso se trata, y sin dudarlo, por mi parte, pienso que estamos obligados a hacerlo. Por eso he escrito estos relatos de mi memoria, para expresar el profundo agradecimiento que siento por haber experimentado el sentir que las imágenes, carencias y alegrías de mi infancia se colaron por mi alma. Imagino que mi generación se sentirá identificada con aquella estampa que fue Villoría. A esa generación de los cincuenta y sesenta nos sirve para rescatarnos y mirar el futuro sin olvidar el pasado.
Villoría ha cambiado, como al igual ha cambiado España. Una imagen de país próspero y desarrollado. Por suerte para las nuevas generaciones. Claro, a en estos momentos, nuestra juventud empieza a conocer otra realidad más difícil. Y en estas dificultades solo ellos tienen que inventar con mucho esfuerzo e imaginación su futuro. Nosotros, la generación de los cincuenta, tuvimos otra suerte de experiencia en nuestro desarrollo personal. No todos pudimos terminar la escuela, y muy pocos llegaron a la Universidad. Pero eso no nos impidió encontrar salidas para desarrollarnos como personas. Cuando el deseo de superación existe, no hay barreras que impida a las personas conseguir sus sueños. Para nosotros, o al menos para mí, las carencias ha sido la fortaleza para luchar por aquello que mi espíritu deseaba conseguir. Agradezco a mi propia naturaleza la pasión que siempre he tenido por los libros. Leer ha sido la ventana más grande que se me ha abierto al mundo y la vida.
Animo a esta juventud tan informatizada que no dejen la lectura como algo también del pasado. No niego la maravilla de viajar por el planeta sin moverse de la silla y un ordenador. Pero desde esa misma silla también se puede viajar a otros maravillosos mundos experimentando los más hermosos sentimientos que un buen libro aporta a nuestro espíritu.
Pero no quiero desviarme del objetivo de este escrito. Quería agradecer y seguir apoyando a todas las personas que con entusiasmo y esfuerzo han logrado poner en marcha esta revista informando a través de sus páginas las distintas actividades, informaciones varias y cultura para Villoría. Tiene mucho mérito y además lo hacen muy bien. Que lo diga yo pareciera un sin sentido por mi parte. Hace 47 años que tuve que dejar el pueblo. Durante todos estos años, me he desvinculado mucho con Villoría. Mis visitas tuvieron siempre la intención de visitar a mis padres. Pero ellos ya murieron y solo me queda que visitar un cementerio. Esto no significa que haya perdido mis raíces. Todo lo contrario, eso sí, con distintas interpretaciones y sentimientos puedo decir que se han manifestado de distinta manera a lo largo de todos estos años de ausencia. Pero siempre profundamente enraizadas en mi alma. No por estar allí uno pierde el derecho de pertenencia. Los que seguimos estando lejos, llevamos en nuestro corazón y memoria a Villoría.
La infancia es un estado de vida permanente. Y más uno se hace mayor mas presente se glorifica en nuestro sentir. No por nostalgia ni nada que se le parezca. Cuanto por la pureza, de cómo esa etapa de la vida la guardamos en nuestro corazón como el mejor tesoro de nuestra existencia.