Con dieciocho añitos me cogí la maleta de rayas de saco que era más alta que yo y en un vagón de tercera con asientos de madera llegué a Bilbao
Que mal me encuentro cuando me levanto por la mañana y mi cerebro empieza a dar vueltas con las cosas que están pasando en esta España de ladrones, corruptos y mercenarios, donde todo el mundo tiene miedo y se está pasando muy mal. Gobiernos que solo controlan al trabajador de a pie ¿de quién te fías? Donde se están destruyendo puestos de trabajo salvajemente, se ve la necesidad en muchos hogares y vamos a peor, me apena ya no por mí que lo pasé mal de pequeño, sino por los que vienen detrás, así que voy a contar unas historias que me ocurrieron cuando era joven, porque no todo van a ser penas.
Con dieciocho añitos me cogí la maleta de rayas de saco que era más alta que yo y en un vagón de tercera con asientos de madera llegué a Bilbao, pero en ese vagón habían caído muchas lágrimas que salían solas de mis ojos como el goteo que tiene el riego de las plantas.
Me fue a buscar a la estación mi primo Capi y me buscó patrona, faltaban ocho días para las navidades, a los dos o tres días fue una buena tropa de chavales de mi pueblo que estaban en la misma situación que yo, veinticuatro chavales.
Aquello nos parecía a nosotros Hollywood, las luces, los tranvías, los anuncios luminosos por la noche y los árboles de navidad, con aquellas sirenas de los barcos y de las fábricas. Aquello para mí me parecía otro mundo, chavalas por todos los lados que me parecían preciosas porque aquí en el pueblo estábamos casi todos requemados de los masajes que nos daban en el campo. La patrona provenía de Santander, muy buena gente pero que sucedía que aquí en el pueblo no teníamos baño y hacíamos las necesidades en el campo porque nunca habíamos visto un váter, pero no nos encontrábamos a gusto así que nos íbamos a cagar al monte.
Llega la nochebuena, nos sentamos a cenar tan contentos y saca la señora en una fuente bien puestos unos langostinos con los ojos fuera, yo nunca los había visto, me metían miedo porque solo habíamos visto los de los chicharros y no los tenían fuera. Dijo la patrona venga hijos coger lo que queráis, yo dije a mí no me gustan esos bichos( pues no sabían lo que eran y según me miraban menos). Había a mi lado un chico de León que por cierto estaba liado con la hija de la patrona que se llamaba Begoña, me dijo cómelos que están muy buenos, le dije con esos pinchos y esos ojos me ahogo, se echo a reír y me dijo es que hay que pelarlos, ahora me ves a mí, manda huevos que zoquete de mí, probé el primero que rico me supo y me dijo el chico chupa la cabeza que esta divina pero no te la tragues, mira que yo por aquel entonces lo único que chupaba eran chupa chups.
Terminamos con la comida y llegó el postre, una piña y todo lo que se comía en navidad, dice la señora voy a partir la piña, ¿ os gusta hijos? y dice mi primo si señora lo que pasa que allí la llevamos al horno y nos la asa mi tía Salo por las noches, pues tiene panadería, es que estas remolachas son más pequeñas que las de nuestro pueblo, que vergüenza madre y dice la señora¡ pero hijos! esto no es una remolacha sino una piña. Al otro no le hacía falta vaso se bebía el agua del tazón de los langostinos, madre madre que tres adefesios.
Yo creo que los que estuvieron en aquella cena, será recordada como la de Jesús con los apóstoles cuando le vendió judas, porque allí dejamos una huella los del pueblo, sucedieron más anécdotas y empezamos a trabajar con unas ganas terribles para mandar dinero a casa.
Por entonces las parejas se ponían a la parte de atrás para morrearse, ya se lo decías tu al acomodador le dabas la propina pero no te enterabas de la película. Entramos los tres en la sala, la chica se sentó entre los dos, estábamos más vírgenes que los tomates verdes pero con un simple roce o una manita te entraban unos escalofríos de placer como si fuera la corriente, la película se titulaba El Péndulo de la Muerte, que miedo pasamos, ya llevaba un rato sentado y la eche el brazo por detrás, arrimando un poco la cara y la chavala parecía que me aguantaba, yo creo que la pobre
Ya estaba terminando la película, del miedo que pasamos nos abrazamos los tres y lloramos de miedo , ahora me río y digo que ignorancia, salí un poco tiempo con ella, ya solo. Luego me tuve que venir a la mili voluntario a Salamanca y creo que mi primo la acompañó un tiempo, no creo que se le haya olvidado a ella, ni a mí tampoco y puedo asegurar que de los veinticuatro que llegamos a Bilbao fuímos violados por las prostitutas, porque estábamos todos vírgenes, yo el primer servicio que hice fue en Las Cortes en «El Gato Negro» me costó setenta y cinco pesetas a cada uno de tres capullos que entramos con ella, eso sí quedó tan contenta que nos invitó a una cerveza porque cumplimos los tres como hombres.
Y como dice el otro, ¿me vas a decir tú a mí de mili ? .
ALFONSO «EL PINDOQUE»