EL TENER UN PUEBLO ES COMO TENER UNA JOYA
Sé que este ayuntamiento y los anteriores se han quejado a fomento, pero no hacen ni caso, que son sus competencias, viendo que en Villoruela y Babilafuente hasta tienen guardias tumbados y algunos como en Aldealengua tienen semáforos de precaución. ¿A qué están esperando estos señores?, a que suceda lo que ha ocurrido en Madrid que unos por otros han generado una salvajada por ganar dinero, donde han muerto criaturas inocentes que son sus seres queridos, donde van a llevar familiares y amigos una cruz toda su vida, porque no hay peor dolor que perder a tus hijos, estamos quedando para enterrarlos. No señores políticos no, no esperemos a que suceda una tragedia que demasiada suerte hemos tenido y si ustedes no hacen algo yo me sentaría en la carretera y que nos lleven por delante a ver si se les ablanda el corazón y toman medidas urgentes.
Van pasando los años, te vas refinando un poco sintiéndome
Aquello me dio que pensar, y estos amigos ahora quieren al pueblo más que yo, pero bueno como me he curtido como persona en el, pues la vedad no quería ser de ciudad, donde lo mismo me vuelvo tonto. Así que buscaba la felicidad en los animales , en mi familia y en la que más en mi madre. Tenía por entonces un gato que se llamaba Mimi, mi madre por la noche después de cenar se sentaba en un silla baja de espadaña y se daba la morrada, no teníamos sofás, así que el gato se ponía encima de sus piernas y ella con su mandil se quedaban dormidos al amor de la lumbre de paja o garrobaza. Había una chimenea donde algunas veces salía el humo para arriba y otras se quedaba en la cocina, con la suerte que se llenaban de morceñas el gato y mi madre. Yo le desataba el mandil y se lo ataba a la pata de la silla, la decía ¡que se quema el gato!, se espabilaba un poco asustada, se iba a levantar y no podía por la trastada que le había armado y me decía, pero hijo siempre me estas armando pícias. Yo le decía algún día se va a caer de bruces y se va a abrasar, se reía y nos dábamos un abrazo, porque a ella le gustaba que le hiciera esas cosas.
Luego tenía mi recompensa, me hacía rezar el rosario que a mí
Van pasando los años me caso con Conchi y tenemos a Alfonso y Cristina, en vacaciones venimos al pueblo donde disfrutan con sus primos y descubren la grandeza de su pueblo, ellos también quieren tener un pueblo. Así que cuando tienen 3 y 5 años nos venimos a vivir definitivamente al pueblo y hay que empezar una nueva vida con ellos. Cogen cariño a los animales y me dan dos gatos un siamés blanco precioso, Lucero y Peca, que en terminología gatera era una señora, yo no soy muy dado a ellos porque cuando desaparecen sufres, así que ya tenemos la pareja y mis hijos disfrutando de las cosas buenas que tenemos en los pueblos, pero claro todo no van a ser alegrías.
Ya están hechos unos mozos, Lucero desaparece sin más con un disgusto de los niños que te daba pena verlos llorar, su madre y yo les decíamos tranquilos que ya volverá, pasa el tiempo y no llega, yo pensaba nos lo habrán quitado, envenenado o se ha caído a un pozo. Empiezo a patear los huertos y en un pozo de mi amigo Furris allí estaba hinchado como una oveja, quien se lo decía a los hijos, pasa mucho tiempo donde se acordaron de él y yo no pude fingir más y les conté lo que había sucedido. Lo sintieron, pero las penas eran menores porque teníamos a Peca, era un sol de gata yo la vi volar tres metros acurrucada a que levantara el vuelo un pardal y a tres metros de altura como felino que es lo atrapó, que cariño la teníamos.
Un año dicen que tiraron ratones rabones los americanos, que estos tiran pocas cosas buenas, para las alimañas y me llenaron el jardín de ellos, pero por la noche Peca daba buena cuenta de ellos. Por la mañana cuando iba a trabajar, allí estaba ella con su docena de trofeos colocados en la puerta de casa, le daba una palmadita y ella me levantaba el rabo en agradecimiento. Los enterraba porque si salía la mujer era parda, se quedaba en casa por el miedo que le daban y eso que eran pequeños.
Empezó Peca muy pronto con el sexo y nos trajo bastantes camadas, se echó muchos calmantes así que cuando salía en celo me tropezaba con los gatos que la venían a cortejar, que algunas noches en la cochera con sus alaridos me quitaban algún sueño. Así que paria y cogía los gatos que eran pequeños, subía la escalera y los metía debajo de la cama. La mujer bueno bueno, pero ella era de casa hacía bien, luego yo los bajaba y los ponía en su cestita.
En una de estas camadas dejamos tres gatos, uno lo pusimos
Crió a los gatitos y nos quedamos con Perejil, que era una gozada, como brincaba, Alba que era pequeñita hija de Satur Y Fini lo cogía como un bolso y jugaba con él como un juguete, era un salao pero yo creo que estaba como el amo porque los animales de casa se parecen a los amos, iba corriendo como loco y se daba cacho morrazo que te escojonabas de risa con el, pero su alegría duro poco, esas manos malditas me lo envenenaron y otra vez «No llores por mi Argentina».
Peca se iba haciendo mayor y corrió la misma suerte que su hijo, donde Alfonso mi hijo la enterró en el monte. Yo creo que con lágrimas en los ojos, porque la queríamos mucho y mi mujer lo paso mal, nunca le armó una trastada aun habiendo sardinas en la mesa, así que estas son las consecuencias de tener un pueblo y querer a los animales, descansa en paz Peca porque te lo has ganado.
ALFONSO «EL PINDOQUE»