Nada cambia, ha pasado un año y parece que estás con nosotros
Amigo Bernardo, hace tiempo que no escribía una carta, no sé si te llegará porque estoy un poco enfadado con tu dios como tu decías, el del amor, la paz, la justicia, la valentía que te daba por donde tu pasabas, dejando tu huella, porque nunca te amilanabas tan fácilmente, todo era bondad que transmitías y cariño a todo el que se acercaba a ti, sin quejarte de nada con tu sacrificio en el trabajo, no eras muy alto de talla pero largo como persona, estos son los monumentos que me gustan.
Nada cambia, ha pasado un año y parece que estás con nosotros, se fue tu alma pero quedó tu cuerpo. Te has ido muy joven dejando proyectos sin terminar, has dejado muy solos a tus hermanos Quintín, Pedro y Luis, yo creo que están cansados por el trabajo que tienen, son muchos pueblos los que llevan y no dan abasto. Así que a ver si utilizas el tráfico de influencias y escribes a los jefes de los Dominicos que se espabilen, si no se van a quedar sin clientes para echar una mano, porque de los siete magníficos os habéis ido algunos y necesitan un relevo de los jóvenes, a los que creo que están mejor en las catedrales e iglesias de la ciudad, donde tienen de todo, calefacción, aire acondicionado con su buen baño para cada uno y encima les hacen la comida, dicen su misa, se quitan la sotana y uno más de la calle y entiendo que así no se puede servir a Dios, sino al bienestar, pero se olvidan de lo más importante, de las personas que necesitan más, esa es mi manera de ver la vida, no sé si estaré equivocado, fue lo que me inculcaron mis antepasados.
Los pueblos se quedan pequeños para algunos, pero aquí también hay dios, donde os necesita la gente, nos hacemos bastante cómodos y sálvese quien pueda, algo que no hicisteis vosotros, aquellos mocetones que llegasteis en los 80, donde habéis dado vuestras vidas al servicio de los demás. En aquellas casas que os hospedabais que no tenían calefacción, que yo no sé cómo no os fuisteis al siguiente día porque algunos veníais de la capital.
Tuvisteis esa valentía para roturar una pradera de grama, para entrar en calor y vaya que dio sus frutos. Cambió todo con diálogo, trabajo y amor, esa manera de arrastrar a la gente implicándose en cosas sociales. Bernardo a mi no me gustan los monumentos , ni monolitos, lo que más me gusta es verte aquí debajo del cristal de la camilla en la foto, o cuando miro a la televisión, que estas a un lado, ese es el monumento que nos has dejado, donde mis nietos y mis hijos te ven todos los días como uno más de casa, con esa barba blanquecina y tu sonrisa tan cercana, que me parece que hablo contigo todos los días.
Los que tuvimos esa suerte de estar a tu lado, serviste a todos que te lo pedían, sin quejarte de nada, así que esa huella que dejaste no habrá huracanes que la borren, pasarán muchos años para olvidarte, lo bueno nunca se pierde porque se va transmitiendo de generación en generación, lo malo se seca y se olvida pronto como esas plantas estériles que nunca dieron su fruto. Bernardo cuantas cosas contaría buenas de ti, que pasamos en compañía de nuestros amigos Diego, Toñín, mi primo Félix, mi hijo Alfonso, Rapi y algunos más.
Luego jugábamos con la pelota a la pala, que aquello parecía un sainete de lo que nos reíamos, yo era el peor porque yo solo había jugado a mano. El primer partido que jugamos, fui pareja con Diego, que ya había jugado con vosotros ya que él es de Babilafuente y os conocía bien vuestras triquiñuelas, recuerdo que me dice ten cuidado con los curas que se te cruzan al darlas para estorbarte, digo extrañado ¡no me jodas¡ y así era, tramposos todos y me dice Diego – a Quintín ni a las canicas le gusta perder, pero yo antes de empezar le vi tan arrugado, diciendo esto es pan comido, pero anda, anda, se empezó a calentar y a estirarse, que me dije, este no es el que conozco. Como corría el tío, nos dieron una sotabanda terrible y claro yo tampoco quería perder y le dije tú estás engañando al pueblo (con todo mi cariño), se echó a reír, pues lo voy a cascar, como me hacía correr el bandido y si podía me estorbaba y luego decía que era yo, las daba en el trinquete con una fuerza que me traía frito. Estos curas han hecho de todo.
Bernardo era muy segurito, me decía ahí va y me las embraguetaba, toma Pindoque y yo adrede le daba con la pelota de goma en su linda calva, me decía lo has hecho adrede y le respondía ha sido queriendo, que risa madre cuando jugábamos Toñin y mi primo conmigo, yo era el peor, pero tenía amor propio y me tiraba a todas, decían mis amigos que nunca se habían reído mas, porque esto era como las vaquillas en las plazas de los pueblos, cuando cogen a uno es cuando te ríes. Así que nos lesionamos varias veces, yo creo que eran los años.
Un día no sé si hubo apuestas y fuimos a jugar al frontón nuevo un partido a 25 tantos, les ganamos por una, nos dicen nos dais la revancha, yo estaba muy cansado y les dije bueno, lo cual que nos ganaron por una y los tíos a la buena, yo dije todavía nos da un infarto a alguno y nos ganaron, yo creía que los curas eran más solidarios en el juego, pero nada al terminar les dimos la enhorabuena ya allí nos tumbamos en el suelo boca arriba, que nos podría haber costado caro. Yo les comenté como esto siga así algún día nos va a traer consecuencias y ese día llegó, yo me fastidié la cintura, menos mal que los fisios me enderezaron, diciéndome mi amigo Antonio, el médico, no juegues más al golf que encima que no las das te jodes vivo, ahí terminó mi carrera de golfista y Quintín se dislocó el brazo, que tardó mucho en curarse. En un cuarto están guardados los palos, las pelotas y las palas olvidadas de sus amigos que lo dejaron para siempre, hasta que vengan otros Dominicos jóvenes que las muevan porque están tristes y olvidadas.
Al poco cayó nuestro amigo Bernardo para siempre, donde yo creo que ese fue el único partido que perdió, hasta el último suspiro como los toros de raza. Pero para los que te queremos no te decimos adiós para siempre, sino hasta luego.
Espero que te llegue este relato que me tiraría horas poniendo tus triunfos en tu vida, teniéndome a mi izquierda según te voy escribiendo, con esa sonrisa tan dulce y fresca que transmites paz solo con verla. Ya te dejo amigo porque me duele la cabeza, gracias por haberte conocido y prepárate si algún día jugamos no vayas a coger pereza.
Adiós amigo.ALFONSO «EL PINDOQUE»