Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

EL HOMBRE QUE SUSURRABA A LAS OVEJAS DESDE LA FURGONETA


Esas fuerzas que tienen las madres para ver a sus hijos en la tierra.

Este relato tiene su miga, es el espejo fiel de nuestras vidas, cuando te jubilas tienes que moverte porque si te apoltronas en el sofá a ver la tele cuando te levantas de la cama tiene su peligro. Lo primero te despreocupas del exterior y te puede entrar el alzhéimer que es lo peor que nos puede suceder, o ves sálvame de Telecinco, por lo menos te enteras a quien se le mata ese día o se muere y los trapos sucios de todo Cristo, aunque ellos tengan más que nadie, como se lo montan. Son listísimos, estos nos sacaban en cuatro días de la crisis porque solucionan más casos que los jueces y fiscales, lo llaman salsa rosa, yo diría salsa envenenada. Y tercero si te quedas en el sofá corres el riesgo que cuando pasa tu mujer la aspiradora por el comedor te puede engullir porque llevan muchos decibelios y tienen su peligro. A mí una vez me quito el calcetín del pie izquierdo, menos mal que estaba un poco suelto si no me corta la pierna, ahora con lo que me gusta andar había sido gordo, donde disfruto de la naturaleza, las plantas y animales que hay en el campo, me transmiten algo especial, se aprende mucho y encima te da vida y si vas con una buena compañía mejor que mejor, devoras los kilómetros andando y no te enteras. Pero a mí a veces me gusta andar solo, voy hablando conmigo mismo, ordenando el relato que quiero plasmar para la Besana, por un camino que va a los pinares, que se llama «Montoro».

Según iba una tarde andando, en una tierra grande que tiene mi amigo Urbanín, allí pegando suele pastorear José «El Cuco», hablo un poco con él, hasta luego y más adelante os contaré de este personaje. Sigo andando y veo una oveja solita pariendo, dos corderos hermosos, no sé porque será pero casi todas traen mellizos, como muchas mujeres, habrá mejores sementales que cuando yo era joven porque traer dos mellizos tanto en mujeres como animales es duro.

Yo una vez estuve un poco de tiempo con las ovejas y la mayoría traía uno, será la ciencia, la naturaleza la genética o la comida, algo que yo no he llegado a comprender. Pero asistí al parto, con esas fuerzas que tienen las madres para ver a sus hijos en la tierra, porque fue así como los parió, sin cortarle el cordón umbilical como a los niños, me vinieron muchos recuerdos a la cabeza, viendo lamer a sus retoños, que a los cinco minutos ya casi corrían para coger una teta de la madre. A mí me da mucho repelús cuando los animales paren y más me da si es una mujer, soy un poco cobarde, no como otros que antes de asomar la criatura la cabeza ya están sacando un reportaje para el recuerdo, entorpeciendo muchas veces el trabajo de los profesionales , pero así está montado.

Durante ese tiempo que estuve observando al animal me vinieron muchos recuerdos, y el que más me vino fue el de mi madre a pecho descubierto con esos dolores que cuesta para traer a este mundo a sus hijos, sin medios en casa con la matrona del pueblo que si venían mal se iban para el otro mundo, porque no teníamos a un médico a nuestro lado ni las cosas que ahora se utilizan por si la criatura venia mal, sin coches para llevarlas a Salamanca. Mi madre con cuarenta y dos años parió al último de la cuadrilla que somos ocho, donde sus esfuerzos eran desgarradores, a mi padre le oí decir, Filomena se me muere, y yo con diez años en aquella cuna grande que valía hasta de cama lloraba de verla sufrir, hasta que me llevaron a casa de la abuela Carmen y vino mi hermano pequeño al mundo, por una santa mujer vecina que se llamaba Patro, que la puso diez duros debajo de la almohada para ir a la farmacia a buscar unas inyecciones para darle fuerza, porque a sus años no la tenía, con ocho ya había pasado lo suyo para traernos al mundo, qué grandes fuisteis madres de la postguerra, poco que comer, carecíais de todo porque no teníais nada, solo fuerza y amor para traer a vuestros hijos al mundo.

Todo esto se me vino a la cabeza y dándome cuenta de lo brutos que somos los humanos, yo aprendí a andar a los trece o catorce meses, yo creo que me daban poco la mano para aprender. Así que dando vueltas a la chinorra me di la vuelta por el camino y me encontré con Cuco y le dije,- ahí tienes unas ovejas con mellizos-, me contestó – ya lo sé-, este hombre es un personaje único en cuidar las ovejas, las susurra desde la furgoneta, anda poco porque está fastidiado así que cuando se van para la derecha que se alejan las toca el claxon y tiran para la izquierda y si ve que no se hace con ellas las atolondra con el claxon de seguido y se quedan quietas, mejor que cuando hacía yo la instrucción, izquierda, derecha, que a las postre nos chocábamos todos, que gorrazos me pegué con el que iba detrás de mí. Tengo que decir que es el ganadero más inteligente que he visto, yo creo que hasta tuitea desde el coche con ellas y a los carneros les manda un guasap, que es lo que se lleva ahora y así son mas promiscuos, como se lo monta el tío. Luego tiene una manada de perros careas, liderados por un mastín grandote que se llevan la vida padre, porque los tiene enseñados a ladrar y no a morder, les explico: hace como diez años empecé yo a andar, estos perros eran más jóvenes y cuando pasaba a su lado que era por donde pastoreaba el Cuco según iba por el camino con el palito, salían a mí como lobos, queriéndome devorar, pero a mí nunca me han dado miedo, me he curtido en el pueblo y conozco a los animales. Según venían como fieras me adentré un poco en la tierra y oye se frenaban como la pantera rosa, porque si echas a correr o te agachas a coger un canto, si lo encuentras ya estás perdido, se te suben encima de la chepa y no vuelves a pasar por el camino por el miedo que te imponen, así que con el tiempo nos hemos hecho amigos.

Cuco como ha pasado el tiempo de jóvenes éramos unas buenas piezas y mira que lo pasamos mal, pero éramos felices, luego hemos tenido suerte de dar con nuestra media naranja donde nuestros hijos nos quieren y encima nos han dado nietos que nos traen loquitos con esa ternura cuando nos besan y abrazan, que más podemos pedirle a la vida, que no nos den disgustos y moriremos felices que es el canon que tenemos que pagar todas las personas, así que vamos a aprovecharnos de lo bueno que nos trasmiten y no esperar a que nos llame San Pedro, que allí no habrá paro.

Esto va por un amigo que está en Cataluña y como no lo va a leer no creo que me tire una butifarra desde allí. Viene a su pueblo todos los años, como tira el pueblo amigo, pero se va muy cabreado, los motivos, no se puede pasear por los caminos porque te moja la lluvia de los aspersores, en bici ni soñarlo, llevas razón amigo aunque se de alguien por aludido. Hay gente que por lo menos intenta controlar las lluvias para que no se destrocen los caminos y sin mojar a los que andamos, pero es cuestión de conciencia ¿Quien pone el collar al gato?. Te digo amigo yo ya estoy aprendiendo a volar para no mojarme, porque no voy a conseguir nada, en cuanto a los perros que te dan pánico, si quieres me avisas cuando quieras salir a andar, por lo menos a mí ya me conocen hasta los maíces y no se te ocurra cuando te salga un perro, lo primero no intentes coger un canto que no te da tiempo y lo segundo no corras y aguanta como un hombre, no seas miedica, pero si es una perra parida ya sabes cómo son las madres que defienden a sus hijos con uñas y dientes, procura no correr ni molestarla, que ya hemos hablado bastante de esto. El mundo seguirá y nosotros no vamos a cambiar, tu donde vives tienes Port Aventura, que he estado pero no me he subido casi en ningún aparato de esos, porque me mareo y me desmorro, así que tenemos que aguantarnos unos a otros porque si no sería el infierno, pero es como yo lo veo con todo el cariño que os tengo, por eso tener un pueblo es como una joya, no sé como lo estás pasando pero cuando vuelvas ten cuidado que por aquí anda el Páncaro.

FEBRERO 2013 ALFONSO «EL PINDOQUE»

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