Hoy no es un sábado cualquiera por varias razones. Una de ellas es porque por fin comenzamos un fin de semana sin lluvia desde hace varios meses. Eso sí, hace un frío impropio de estas fechas aunque tampoco es extraño. Todos conocemos lo variable y caprichoso que es este clima y hemos padecido más de una helada a destiempo.
Otra de las razones es que Sevilla se acerca a Villoria y el ruido de las pisadas de los caballos sobre el cemento se hace notar. Los caballistas de la zona de las Villas celebran esta peculiar fiesta andaluza y nos han preparado su particular programa festivo aprovechando que el calendario señala este fin de semana como la antesala del Lunes de Aguas, fiesta chica de nuestro pueblo.
Esta es la principal razón por la que este día es diferente. La cercanía de una fiesta tradicional siempre es motivo de alegría y debe serlo más en estos tiempos que corremos, que ya tenemos bastante a diario como para que encima en fiestas nos amarguemos.
Una de las novedades que nos depara estos días es una exposición formada por piezas artesanales y dedicadas a objetos, herramientas y aperos de labranza. Leo en esta página el artículo dedicado a esta exposición mientras llega a mis oídos una musiquilla muy familiar que me traslada a mi niñez. Es el afilador. Me asomo a la ventana para observarlo y oírlo más de cerca, y en efecto, es el afilador. La música es la misma, pero ahora está grabada, ya no va en bici, va en coche y ahora la afiladora no se mueve al pedalear, es eléctrica. Las formas han cambiado pero el trabajo es el mismo. Yo creía que este oficio había desaparecido, pero veo que no. A raíz de esto se me ocurre que podíamos hacer un homenaje a través de esta página a todos esos oficios que poco a poco han ido desapareciendo y que ahora están en vías de extinción o que ya forman parte del recuerdo. La forma más sencilla de hacerlo sería a través de Facebook o Twiter para quienes dispongáis de cuenta, o a través de nuestro correo. Os animo a que lo hagáis, nos recordéis algunos de estos oficios y nos enviéis alguna foto si disponéis de ella.
Para abrir fuego pondré la primera piedra hablando, no de un oficio en concreto, sino de una tarea que, en cierto modo, también se relaciona con las labores del campo. Me refiero a una trabajo que debían hacer conjuntamente herrero y carpintero. Los antiguos carros llevaban sus ruedas de madera rodeada con una llanta de hierro, estas llantas se dilataban con el calor y cada cierto tiempo había que ajustarlas a la rueda cortándolas. Esto, que ahora se haría en frío utilizando la maquinaria apropiada, antes había que hacerlo siguiendo un proceso que tenía que ser breve, preciso y en el sitio adecuado. El fuego y el agua eran imprescindibles. El herrero calentaba la llanta al fuego hasta que estaba al rojo vivo, cortaba el hierro en caliente, unía y se colocaba encajándolo en la rueda de madera, acto seguido era imprescindible echar agua en para evitar que se quemara y a la par se ajustara más al hierro. Esto había que hacerlo a velocidad de vértigo y sin fallos. Los golpes dados con la marra, mientras la rueda giraba en el brocal de un pozo, junto con el agua y la pericia de los trabajadores dejaban a la rueda lista y como nueva para una nueva campaña. Este trabajo lo hicieron infinidad de veces el Sr. Saturnino y el Sr. Manolo el Herrero, acompañados de Jesús, el hijo del Sr. Manolo, en un pozo que había en medio de la calle Saturnino Portela un poco más allá o un poco más acá de lo que hoy es el supermercado El Día. A quien esto escribe y a su hermano les tocó varias veces la tarea de echar agua y les cayó, también hay que decirlo, más de una bronca por no andar listos. ¡A ver quien levantaba la voz!.
S.P.P.