Nadie fue hacia su altar. El obispo nos visitó en Villoria el pasado 14 de Septiembre y se han hecho muchos preparativos en torno a ese día. Los balcones de las calles por donde pasaría la procesión con las cofradías se vistieron con pañuelos y mantones, y se prepararon tres altares para honrar el encuentro. Fue mi abuela quién por la mañana se ilusionó con la idea de poner en la puerta de su casa un altar. Es una mujer de 95 años que siempre disfruta viendo pasar a la gente desde la puerta de su casa durante los meses de verano porque el resto del año está en casa de los hijos. Ese día tenía la oportunidad , quizá la última, de recibir al obispo con su altar y de aceptar una bendición para su casa y para su alma profundamente religiosa. Pasó la mañana sentada a la sombra del árbol y el momento llegó. Surgió a lo lejos una multitud que se acercaba lentamente. Pararon primero en un altar muy cercano, ya sólo quedaban unos minutos. Esperaba con impaciencia cuando finalmente se acercaban, pero nadie fue hacia su altar. Creo que era suficientemente grande y visible pero nadie lo vio. La gente fue pasando de largo ante la impotencia de mi abuela. Sé que no hubo mala intención y que quizá aún nadie ha sido consciente del daño que ha supuesto para una mujer mayor pero no podré olvidar sus lágrimas corriendo por las mejillas y su desilusión que se ahogó en un nudo sin palabras.