Hay trabajos a los que nadie da importancia hasta que dejan de hacerse.
Suenan las campanas, es domingo .Como cada día de fiesta nos avisan que van a dar comienzo los oficios religiosos. También las oímos tocar a rebato cuando hay fuego o por algún acontecimiento que requiere la presencia de los vecinos del pueblo o, lo que es peor, cuando doblan para avisarnos que algún paisano nos ha dejado para siempre. Es el lenguaje de las campanas, el que todavía sigue existiendo en zonas rurales y convive con la modernidad e inmediatez de las comunicaciones y de las redes sociales.
La iglesia de Villoria, nuestra iglesia, ha tenido durante más de 35 años una persona que se preocupaba por su mantenimiento, por su limpieza, porque a diario presentara un aspecto digno, incluso bonito cuando las ocasiones lo requerían. Estas labores sordas que parecía que las tenía que hacer por obligación, cuando en realidad las hacía porque quería, seguro que le han acarreado, en más de una ocasión, enfrentamientos con más de uno, dado su fuerte carácter. Un carácter fuerte que al poco tiempo se diluía como un azucarillo para seguir dejando paso a su constancia y perseverancia en las labores que ella tenía asumidas.
GRACIAS CONCE
S.P.P.