PORQUE MANCHAN EL ALMA Y EL ALMA NO SE
LE PUEDE LAVAR CON LEJIA
Dicen que a los muertos hay que dejarlos tranquilos en sus tumbas, yo también lo digo. Pero hay muertos que dejan misivas, para que los vivos las divulguen y no se olvide aquello por lo que
La verdad es que los testigos ya no existen, pero usaron, el boca, avoca, por eso yo escribo lo que a mí me contaron. ¡Espero no molestar! Pues la historia es la que nos dice, lo que han sido nuestros ante pasados y sabiendo lo que han sido, nosotros, debemos proceder a contar, lo que nos dijeron, que contáramos.
Hera el mes de julio del 36 cuando la siega y la trilla estaban empleno apogeo. Las gentes que había en Riolobos, casi todos vivían en su mundo ajenos a lo que estaba sucediendo en España. A ellos, solo les interesaba recoger sus cosechas, cosechas, con lo que iban alimentar a sus hijos todo el año.
Tengo que decir y creo que vosotros lo sabéis, que entonces la televisión no existía, solo unos pocos tenían radio, ¡Aquellos privilegiados! Por tanto la mayoría nada sabía, de lo que estaba pasando en España. Solo los que habían leído el periódico lo sabían. Por tanto, estos que lo sabían, en esta ocasión, a la cual ahora me voy a referir, pudieron ponerse a salvo.
Los que sabían lo que podía pasar se pusieron a salvo, escondiéndose donde pudieron, los que no sabían nada, esperaron a ver qué era lo que pasaba y paso lo que ellos no esperaban.
Aquellos hombres a los que ellos de nada conocían, les mandaron ponerse en fila a todos, hombres y mujeres y a los que ello le parecía, les subían al camión.
Un pobrecillo, que era un poco retrasado, al ver aquello, se asusto y salió corriendo, allí, lo acribillaron a balazos y allí quedo muerto. Las mujeres y los niños que allí había, empezaron a llorar y les hicieron callar diciéndoles ¿Que callaran si no iban acabar todos igual que aquél, refiriéndose al que acababan de matar?
Aquellos hombres todos estaban vestidos de azul ¡Ya se sabe quien bestia así! Lo que nunca supieron, de donde venían, ¡Hay quien dice que de Cantalapiedra! Pero los de Riolobos nunca lo supieron. ¡Me supongo, que los amigos camisas azules, de Villoria si lo supieron!
¡Y sigo! Con el camión cargado con los hombres que cogieron en Riolobos, mezclados con los vestidos de azul, se fueron por el camino a Villoria. Iban por el camino porque entonces no existía la carretera. Llevaban a estos hombres, para que en Villoria, les dijeran, quien era bueno, quien era malo. En esta ocasión, estos hombres tuvieron suerte, nadie les acuso, pues los que destacaban por ser republicanos, se escondieron a tiempo y pudieron salvar su vida.
¡Luego contare como anécdota, lo que le paso a uno de los que se escondieron!
Pero antes contare, lo que paso en el trayecto hasta Villoria. A mitad del camino, uno de los que llevaban en el camión, cuando les vio un poco distraídos, se tiro y corrió por una tierra de trigo, ¡Los trigos de entonces eran altos!, Pero le vieron y empezaron a dispararle desde el camión, todo cuanto pudieron. Nunca supieron si lo habían matado, porque no se molestaron en bajar a mirar. ¡Creo que pensaron que sí que lo habían matado y lo dejaban allí para los perros! Pero se equivocaron, solo le dieron un tiro en un brazo y poco mas, así, sangrando abundantemente por el brazo y descalzo, corrió hasta el Villar de Gallimazo, a refugiarse en la casa de un familiar.
Los que iban en el camión, al llegar a Villoria contaron, que en el camino habían matado a este señor. ¡Omito decir el nombre aunque lo sé! Dijeron donde, estaría y allí le fue a buscar, su mujer. ¡Pero no encontró nada! Busco y busco y solo encontró un reguero de sangre y ya cansada se fue para casa llorando, sin saber si estaba vivo o muerto y donde etaria. Al día siguiente, uno de esa familia del, Villar, fue a Villoria y les dijo donde estaba y que estaba bien.
Cuando se fueron los camisas azules del pueblo. Este señor volvió a su casa donde se curó. Pero poco tiempo después fue reclutado para luchar en las filas de franco, defendiendo a los que le quisieron asesinar, no tenía otra alternativa, como les paso a muchos. Esto es difícil de entender, pero paso y allí estuvo defendiendo a los que quisieron matarle, hasta que finalizo la cruel guerra, donde tanta sangre inocente se vertió!
Pero lo que más me impresiono, es lo que me conto, que hicieron a un matrimonio joven, recién casados y que lo que hicieron con ellos, fue por pura envidia.
Los falangista les fueron a buscar a su casa, allí en su propia casa, mataron al hombre, e hicieron que su mujer lo llevara en un carro al cementerio, la hicieron cavar la tumba, tiraron al hombre dentro y acto seguido la mataron a ella. Allí quedaron los dos para siempre, en el mismo agujero. ¿Qué diferencia hay entre lo que hicieron aquellos, con lo que hacen hoy los crueles Yihadistas , ninguna?
La verdad es que estas cosas duelen, hasta leerlas. Pero lo que no admito es, que se diga que el otro bando también sufrió. ¡Lose! Pero la pregunta es ¿Quien empezó?
Ahora voy a contar, como anécdota, lo que le paso al señor que corrió a esconderse cuando llegaron los falangistas a Riolobos. Este señor se escondió en un charco, que estaba lleno de espadañas y sanguijuelas. Allí estuvo hasta que vio que los falangistas se fueron. ¡Cuando salió del charco, tenia pegadas tantas sanguijuelas, que si tarda un poco más en salir le chupan toda su sangre!
Aquel hombre pasados los años y ya todo en paz. ¡¡En aquella paz!! Lo contaba, a veces con humor. Aunque él, por eso y otras cosas, siempre odio el régimen que se impuso con aquel golpe y que aguantamos cuarenta años, ¡La verdad que no se, si el llego a ver la democracia!
POR LA MUERTE DE UN INOCENTE
No, no doblaron las campanas aquel día.
la muerte de a aquel hombre fue, tan absurdo,
que hasta el corazón más noble,
Lo claro, se les convirtió en obscuro.
La sangre de un inocente allí , vertieron,
curtido, por el sol ardiente.
De los allí presentes muchas lagrimas salieron,
por la inocente muerte.
Niños asustados corrían,
agarrarse en las sayas de sus madres.
¡Como temblaban sus manos!
¡Como lloraban, la traición cobarde!
Y allí tendido en suelo yacía
un hombre inocente que nada, nada sabía.
de su cuerpo un hilo de sangre salía
que la hierba seca, de rojo se teñía.
Allí donde todo era nobleza
donde, con solo, un poco pan, se reía
allí llegaron las conciencia necias
para abrir, para siempre, una gran herida,
Aquel día en la era, se dejo de escuchar.
como rompían, las pajas el trillo.
Porque cuando llegaron los necios.
Solo se escucharon, las balas. los tiros.
Sigifredo Maria Cascón