ALBERTO SAN JUAN FERNÁNDEZ pregona la Semana santa villoreja de este año 2015.Un pregón donde imágenes, recuerdos y sentimientos se convierten en protagonistas de una corta, pero intensa vida religiosa.
SEMANA SANTA VILLORIA 2015
PREGÓN
Queridos asistentes:
Hoy vengo aquí a pregonar lo que esta por venir, a anunciar unos hechos que sucedieron hace 2.000 años pero que podían suceder hoy mismo, porque somos los humanos capaces de tropezar con una misma piedra infinitas veces, vengo a mostrar unos sentimientos, a mostrar la realidad que ven mis ojos.
Vengo a pregonar con la ilusión de aquel niño que fui, que se sentaba con su abuela al lado de aquel cristo muerto y aquel que esta a punto de morir, vengo porque me lo han dicho, se que no me lo merezco.
Hoy vengo a abrir un cajón, que está en el armario de los recuerdos, un cajón que lleva nombre de Semana Santa, y por estas fechas siempre abro, ese cajón esta lleno de fotografías, de miles de momentos; la primera es de una tarde de octubre que aunque no era Semana Santa fue para mi el comienzo de todo: mi nacimiento como cristiano, cuando derramaron agua sobre mi cabeza, cuando fui bautizado, donde empezó todo.
Una fotografía de un Domingo de Ramos, de hace ya unos años, con un sol de justicia en una plaza, testigo de mi vida de la mano de mi abuela Angelita, los dos con un ramo de laurel en las manos. Fotografías de un Lunes Santo, preparando con mi madre Isa un Vía Crucis de niños, de tardes de sábados cualquiera preparando con ella mi camino de cristiano. Fotografías de un miércoles santo en las que salen mujeres y hombres, montando un monumento efímero para venerar a ese Jesús en sus últimos momentos de vida. Instantáneas de un Jueves Santo, de unos solemnes oficios, de mi abuelo Siso haciéndome con dos tablas una pequeña cruz, preparándome para esta vida donde no es todo un camino de rosas.
Instantáneas de una Hora Santa de oración, de aquel momento de soledad y reflexión a las seis de la mañana, con un frío hasta dentro de los huesos.
Fotos de aquel primer Vía Crucis de hombres de la mano de mi padre Marce, con cara de asombro, por el silencio, el respeto y los sentimientos de muchos hombres que en el participaban. Olor y sabor del almuerzo de después, de los huevos fritos, del limón y la naranja, de la mesa, de la compañía familiar.
El recuerdo de la tarde de un Viernes Santo, donde los oficios de aquel día tenían otro tinte mas oscuro, el sonido de una guitarra y una saeta, que nos recuerda la vida de ese Cristo que ya camina con un madero. A un Cristo clavado en la cruz expirando, a un cristo muerto que esta en los brazos de una desconsolada madre, que después de enterrarlo, cuando ya esta solo, en ese frío sepulcro, su madre con un manto negro busca un consuelo en un pueblo a las diez de la noche.
De los ojos llorosos de esa madre abatida por la amargura, que el mismo Dios la ha llenado, brilla un color verde, un color esperanza, esperanza eso que nunca debemos perder.
Fotografías y otros tantos recuerdos, de un Sábado Santo cuando el fuego preparado en una iglesia oscura, hacia iluminar lo oscuro, hacia iluminar esas velas interiores que cada uno tenemos, la verdadera resurrección de Cristo,.de un repicoteo de campanas que anuncia que todo pasó.
El retrato de esa madre vestida de blanco y azul inmaculado, preciosa, radiante después de ver a aquel Cristo resucitado en la mañana de un Domingo de Resurrección.
Las instantáneas mas recientes de mi vida cofrade están llenas de gente joven, de gente valiente, que no tiene miedo a mostrar su fé.
Dentro de cada villorejo, dentro de cada uno de nosotros está ese viejo cajón, esa pila de fotografías, esos botes con olores, esos discos con voces y ruidos de un pasado. Está abierto para seguir coleccionando vivencias, para amontonar más recuerdos, para madurar como cristianos.
En aquella plaza de mi infancia, recuerdo que un árbol crecía y en mi interior, otro árbol crecía: el árbol de la fé.
Hasta el momento siempre ha ido creciendo, unas veces mucho, otras veces casi nada, tuvo malas temporadas donde no crecía pero se mantenía. Lo más importante para que ese árbol se mantenga, es saber nutrirlo, es saber buscar respuesta a las preguntas que muchas veces nos hacemos; tristemente muchas de ellas no tienen respuesta o quizás sí.
La fé, es algo que muchos tenemos, puede que unos mas y otros menos, pero la tenemos, puede que algunos crean que la Iglesia esta perdida, que va cuesta abajo, pero yo sé que no.
A la juventud, en la que yo me incluyo, debemos de ser valientes, de no conformamos con lo fácil, de luchar contra lo que nos puede parecer imposible, de saber mostrar una Iglesia verdadera, de proclamar, difundir y llevar a cabo, el evangelio, la palabra de Jesús. Debemos de «hacer lio´´ como nos dice el Papa Francisco, debemos no, debo y esos debo tienen que salir de cada unas de nuestras bocas, hacer Iglesia, es mucho mas fácil de lo que puede parecernos, solo tenemos que ir con la verdad y la justicia por delante.
Jueves Santo, institución de la eucaristía, día del amor fraterno, Jesús nos dejo su presencia, y no solo en el pan y vino, no solo en el interior de los sagrarios, sino en su presencia inmaterial, su presencia entre nosotros. Donde menos lo esperemos allí está Jesús, debemos ser capaces de ver a Jesús en el otro, reconocerlo, de hacer el bien, de no volverlo a crucificar con nuestros echos, Jesús puede ser ese pobre vagabundo que pide en aquella calle, Jesús puede ser ese apartado de la sociedad, Jesús puede ser ese niño de esa familia que acaba de ser desahuciada, Jesús puede ser tu hermano, Jesús no puede Jesús es.
Y en la mañana del Viernes Santo el pueblo recuerda y revive el camino de la cruz, el Vía Crucis, los hombres por un lado, mujeres por otro y los niños por el suyo. Desde que era un niño acompañaba todos los años a mi padre, desde entonces hasta ahora siempre se me ha removido ese algo en el interior, siempre ha calado en lo más profundo de mi fé.
Cuando cada año acudía a esta manifestación de fé tan peculiar, me impactaba ver a esos hombres curtidos por la vida, cantando y rezando por las calles del pueblo.
Separados pero haciendo lo mismo, hombres, mujeres y niños acompañan al Señor a meditar sobre su pasión, muchos de ellos ese año sin saberlo pasarían por otro vía crucis, esta vez ellos serian los que cargaban con su cruz, algunos estaban viviéndolo por partida doble. Viéndose reflejados en María, en la Verónica, en el cirineo y hasta en el mismo Jesús, en esos casos particulares la cruz no es de madera, si no de cáncer, de alzhéimer, de vejez, la cruz del desempleo, la cruz del hambre, la cruz de la soledad, la cruz de la vida. Esa que de una manera u otra acabamos llevando todos, a lo largo de nuestra vida. Ese Vía crucis es una lección para hacer Evangelio vivo, para fijarnos en el prójimo, de cojerle del brazo y sacarle de esas caídas, de enjugarle el alma e infundirle ayuda, consuelo, esperanza, de realizar caridad porque caridad no es nada mas que ayudar dentro de nuestras propias posibilidades.
La resurrección de Cristo, es nuestra fuerza, es la resurrección de nuestros corazones, es el avanzar decididos en esta vida, es el sentir viva esa llama en nuestro interior, es saber que nunca estamos solos. La Semana Santa debe de ser para nosotros una regeneración, cargar las pilas de nuestra fe, reflexionar sobre el sufrimiento de un Cristo que muere por la ignorancia de unos cuantos y que acaba con su propia resurrección: la vida,
Vuelve a relucir la primavera, los pájaros cantan con mas fuerza, el sol se hace un hueco entre las nubes, por la calle eras primera se asoman unos árboles recubiertos de un manto verde, el aire huele distinto, el sol brilla con mas fuerza y en nuestro interior también sentimos algo diferente, esos son los signos inequívocos de que la primavera ha llegado, de que nuestra resurrección y la de Jesús esta aquí.
¡Que, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
He dicho.