Un año más las fiestas en honor a nuestra patrona la Virgen de la Vega han llegado a su fin. Todo se acaba y, por mucho que nos empeñemos en alargarlas, el paso del tiempo es inexorable y nos devuelve una vez más a la rutina, a la monotonía de lo cotidiano.
También es cierto que, visto lo visto, nuestro pueblo es lo suficientemente grande como para que haya un ambiente más o menos aceptable cualquiera de los días de fiesta, siempre con el permiso de la climatología. Los últimos años septiembre nos había regalado un tiempo más que agradable por estas fechas. Este año nos ha vuelto un poco la espalda dejándonos unas noches un tanto desapacibles, a excepción del mismo día de la fiesta en el que volvimos disfrutar de una temperatura plenamente veraniega y de la noche del último día que nos quiso dejar tan buen sabor de boca como el de la carne que un año más ha llegado a nuestros platos gracias a ese grupo de voluntarios capitaneados por Esteban. Pero en el fondo no nos podemos quejar, nada que la gente ya entrada en años no pudiera arreglar con una ligera prenda de abrigo o con seguir el ritmo que marcase la orquesta de turno. Para los jóvenes esto no ha sido ningún obstáculo. Les sobran calorías y las ganas de divertirse pueden con todo.
El copia o corta-pega con respecto a fiestas anteriores funciona a la perfección. No nos engañemos, la columna vertebral de las fiestas sigue siendo toros-bailes-comida. Cada uno que lo coloque en el orden que quiera según sus preferencias. Esto es así
Terminaron las fiestas de este 2015 con la tradicional cena de la carne de la vaca, la correspondiente verbena y, por segundo año consecutivo, con algo que sigue haciendo oposiciones para hacerse tradición como son las doce campanadas -con gominolas incluidas- que dieron paso a la cuenta atrás para las fiestas del 2016. Suerte para todos y ¡FELIZ AÑO VILLOREJO!.
¡¡¡VIVA VILLORIA!!! ¡¡¡VIVA LA VIRGEN DE LA VEGA!!!