Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

JOSE MARÍA «EL TEMPRANILLO» O LOS SIETE NIÑOS DE ÉCIJA


¿SON LOS QUINTOS UNOS BANDOLEROS?
Hace 3 años, llegó al Ayuntamiento de Villoria una carta procedente de Arevalo-Ávila- y que en su momento no publicamos para no meternos en líos. Como trata de un tema que vuelve cada año-como el turrón por Navidad- y aprovechando que estamos en las fechas adecuadas, nos atrevemos a publicarla, ya que el tiempo no lo impide, y siempre con el permiso de la autoridad competente. Leedla con atención que no tiene desperdicio. Divertíos

José María Gil Martínez
Avenida Emilio Romero, 31 2º
05200 Arévalo (Ávila)

Sr Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Villoria
37339 Villoria Salamanca

Sr. Alcalde:
Lamento remitirla copia del escrito que he dirigido al Sr. Teniente Coronel Jefe de la Guardia Civil en la provincia de Salamanca, así como al diario «La Gaceta de Salamanca», informándole de la presencia de bandas de atracadores en esa localidad, que actúan a cara descubierta y parece que con total impunidad. Ya es la segunda vez que me asaltan en poco tiempo.

Confío en que esta publicidad negativa que llegue a su localidad sirva de acicate para la intervención superior de «quien corresponda», y estos maleantes puedan ser eliminados de la faz de la tierra, o al menos de la sociedad humana.
Atentamente.

Sr.:

Muy a mi pesar, debo informarle de un hecho acaecido en la provincia de su mando, que por haber padecido en mis carnes por segunda vez hace pocas semanas, no puedo pasar por alto, y creo es mi deber darle cuenta de ello.

Se trata de la existencia de ASALTADORES DE CAMINOS, o BANDOLEROS, o como quiera que los queramos llamar, que actúan a sus anchas en el pueblo de VILLORIA, de la provincia de Salamanca, sin que nadie ponga coto a sus desmanes. En efecto, el pasado 18 de enero, hacia las 18.15h circulando con toda normalidad por la travesía urbana de dicha localidad, procedente de Cantalapiedra y con destino a Salamanca capital, me ví sorprendido por el asalto imprevisto de un grupo de 12 o 15 jovenzanos (no tan niños, alguno se afeita hace años), disfrazados con una especie de capas con cintas de colores, similares a las que usan las «tunas», pero en cutre, que arrojándose sobre mi coche y obligándome a detenerlo para evitar el atropello de uno de ellos que, provisto de un bombo, llego a colocarse delante, comenzaron a exigirme con malos modos la entrega de dinero, exhibiendo y agitando provocativamente una especie de hucha delante del parabrisas, al tiempo que me dirigían toda clase de improperios e insultos al ver que no bajaba la ventanilla de mi coche.

Este atraco se complementó con golpes más o menos bestiales en la carrocería de mi coche, y sólo ceso el acoso cuando llegó en sentido contrario otro vehículo, a la vista del cual el sujeto patibulario y carne de presidio que dirigía el grupo y esgrimía la hucha dio orden a su banda de «Dejadlo seguir» (a mi) y ordeno arremeter contra el otro recién llegado, que de inmediato se vio rodeado y atacado por esos asaltadores de caminos, sin que el abajo denunciante sepa qué suerte corrió.

Por mi parte, pude seguir, y pocos cientos de metro más allá me detuve en la puerta del cuartel de la Guardia Civil que se halla al lado de la gasolinera de Villoria, para informar a los agentes de la presencia de bandidos en las cercanías, pero el cuartel estaba cerrado, sin duda por la hora que era, no hubo lugar a hacerlo.

El hecho es de extrema gravedad, pues la acción de estos miserables originaba un riesgo evidente tanto para los vehículos que transitaban por la carretera como para los propios indeseables delincuentes que saciaban así su cobardía y su afán de latrocinio, y que, aunque lo merecieran, pudieron ser aplastados por algún camión o turismo.

Sr. Comandante de la Guardia Civil, como este hecho no es la primera vez que me sucede en la aludida población de Villoria, y es claro que la misma es la sede de una banda de maleantes, quiero rogarle que disponga lo necesario para que la fuerza a su mando pueda mantener el orden público en la misma, investigando la identidad y atrapando a los bandoleros que infestan esa localidad, émulos de José María «El Tempranillo» o Los Siete Niños de Écija, que atracan con intimidación A LOS PACÍFICOS CONDUCTORES, aplicándoles las sanciones más severas que sea posible, de modo que el orden público vuelva a reinar en esa honrada población de la laboriosa provincia salmantina.

Atentamente.

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