Te levantas de la cama y ya se nos olvida dar hasta los buenos días, porque estas más pendiente del móvil, que de la persona que tienes delante.
Siempre he dicho que los años te dan sabiduría o te hacen más zoquete, según como quieras montarte tu vida, como decía mi padre en una vida hay muchas vidas. Yo siento que estamos corriendo más de la cuenta, donde las nuevas tecnologías nos están robando el diálogo con los móviles y ordenadores, hay personas que encuentran más fiabilidad en esos objetos que en las personas que los rodean.
Hace poco tiempo estuve en una sala de espera del hospital como una hora, aquello parecía un locutorio, había bastantes jóvenes con sus móviles en movimiento todo el tiempo, unos twiteando, otros con mensajes, alguno haciendo hasta un selfi al abuelo que está en la cama jodidillo a punto de cascar el peine. No me jodas.
Me vinieron recuerdos de cuando iba a la escuela, allí ibas a aprender no había estos adelantos, nos sacaban a los once o doce años de estudiar para ayudar a los padres, así que salías licenciado en «burrología», había que coger la hoz y el azadón. Al hospital vamos a molestar, porque están más pendientes del móvil que de la persona que está enferma. Sales al pasillo, o vas por la calle, yo ya me he chocado de frente con alguna persona, las chavalas que llaman al móvil o a la inversa, adiós cari te quiero mucho, la otra persona le contesta, yo te quiero más…. Se tiran media hora a ver quien acaba antes, tirándose besos, que esos para mí son perdidos y es porque cada uno quiere ser el último.
Hasta donde vamos a llegar, las chavalas con diez años con sujetador y su móvil, quieren tener una independencia donde intentas a veces hablar y no te hacen ni caso, yo ya no opino aquí porque me puedo estrellar. No estoy en contra de las nuevas tecnologías, yo me meto en el ordenador para estar al día de lo que ocurre en mi tierra y ahí termino.
Hace dos años en Benidorm estábamos en una terraza tomando un refrigerio mi mujer, yo y otro matrimonio, como estás relajado hablas de todo, les pregunté por un amigo que tenemos en común, y me dijeron: se jubiló y está aburrido, sale muy poco de casa, se ha metido con el ordenador y no lo deja. Debe de haber unos contactos o lo que sea, de mujeres terribles de buenas, que se llama la castaña caliente. Me explica que tuitea con estas mujeres, vamos que se está emputeciendo y se está cargando el matrimonio, porque luego son unas «pelandruscas».
El tuvo una operación y con la vista se recrea porque ya no «furrula», ¡ya me entienden!, en fin cosas de los años. Me pregunta ¿tú también te metes?, pero yo le digo que donde me meto está la castaña fría, porque con mi mujer tengo bastante. La mujer del amigo desconfiando, porque le están sacando el dinero, es una pena que matrimonios estables se rompan después de muchos años de convivencia y encima con hijos, porque de mayores es cuando más nos necesitamos, es penoso como no se salga de esas redes sociales a tiempo.
Por ese motivo a mí no me va, porque no hay privacidad, muchos cuelgan sus batallas dando palizas a mayores, conduciendo a velocidad descomunal o robando a gente que no se puede defender, haciendo estragos y encima te amenazan en las redes sociales, como que digo yo algún día nos van a colgar los calmantes que echamos. Yo estoy con el progreso, pero limpio con apertura hacia el diálogo, pero no sometido a maquinas destructoras que nos roban la palabra, creando adicción como las drogas, es una pena, comprando a nuestros hijos o nietos un móvil, porque los niños lo quieren para chatearse con sus amigos, antes que un libro, que ahí está la historia de nuestra vida, porque te enriqueces en cultura, algo que cuando yo era joven no tuve esa suerte. Porque es penoso que te levantas de la cama y ya se nos olvida dar hasta los buenos días, porque estas más pendiente del móvil, que de la persona que tienes delante.
Bueno, cada uno se muere como le da la gana, pero ojo con la castaña caliente, que te deja el bolsillo frío y la mente aturdida, con las cosas buenas que se pueden hacer después de jubilarte.
Un abrazo.
ALFONSO «EL PINDOQUE»