Presentación del libro,del autor ante los asistentes
Resumo, si soy capaz, las razones de esa coherencia. Y al hilo de esas razones explico lo que es y supone para mí, lo que significa esta antología de mi obra poética publicada. Obra corta porque empecé muy tarde a aprender el oficio de la creación poética. Y además la he compaginado con la creación literaria en prosa. Y con otras tareas.
Elementos destacables de la fotografía que podéis ver en la pantalla, relacionados con los contenidos de mi libro:
1º elemento: Esa cina elevada de alpacas de paja que sobresale a la derecha de la senda es el símbolo de la cosecha ya realizada, paja que ha quedado en la tierra a la espera de que se la lleven para consumo o cama de animales. Una antología quiere ser eso también: recoger y exponer lo hecho hasta ese momento; bueno, más bien lo publicado porque al menos en mi caso tengo otros cuatro o cinco libros hechos, aunque no rematados todos.
3º elemento: Esos verdes claros, primerizos, de la izquierda del camino muestra la nueva semilla recientemente germinada. Es decir, simboliza lo que está gestando ahora mismo el escritor, y por ello no está en la antología. Pero es, en gran medida, fruto de los balbuceos y primeros pasos poéticos recogidos en la antología. Por eso estoy muy agradecdido a los responsables de haberla editado –técnicos y diputado- porque el libro me permite tener a mano, recogida, buena parte de mis cosas poéticas y poder fecundarme con su lectura para las nuevas creaciones poéticas.
4º elemento: Un pueblo en lontananza, como trelón de fondo, que evoca una forma de vida rural, una cultura o seno donde me muevo y vivo. Y comparto la vida diaria y la amistad con sus gentes. Antes con trabajos y actividades hacia fuera, ahora desde la soledad de mi habitación y la creación literaria
Avanza luego la antología con poemas y palabras que reflejan paisajes y preocupaciones de adulto: Palabras y preocupaciones de contenido social –hay varios poemas y el librito Elegías para un tiempo de víctimas- ; de homenaje póstumo -a uno se le van muriendo amigos y seres queridos-; de contenidos religiosos también, quizás más conocidos por publicación reciente de los dos libros de conversaciones con Teresa de Jesús-.
Voy a detenerme en uno de los dos –noche de laberínticos vuelos de murciélagos-, que considero representativo de una etapa penúltima de mi poesía. Le he pedido a Aníbal que lo lea, aunque es un poco largo, mientras nos ponen en la pantalla el cuadro de El grito, pintado por el noruego Eduard Munch en 1893, cuadro que evoco en este poema y en otros como expresión plástica de la angustia extrema del ser humano en muchos momentos de su existencia.
Unas palabras de introducción y leemos la parte 1ª:
El tema obligado del certamen donde se premió era la soledad. Y yo me propuse pintar un paisaje de experiencias de soledad entendida como desamparo, como impotencia del ser humano ante asuntos que se le imponen como la enfermedad, el dolor físico y el moral, la muerte dolorosa de otros o la propia, las angustias mil, los miedos y zozobras que sufrimos por unas cosas o por otras, cuando niños por niños y cuando mayores por mayores; los desencantos y decepciones personales, sociales, políticos, religiosos; la oscuridad de las respuestas ante los eternos interrogantes que nos asaltan y devoran. Hoy, además, en esta humanidad nuestra, esa soledad vista como situación continuada de abandono y desamparo de millones y millones de personas arrojadas a la miseria por los mecanismos económicos impuestos: esas imágenes terribles de seres humanos colgados como pingajos, crucificados como Cristos actuales de unas vallas asesinas que separan la parte privilegiada de la humanidad de los otras tres cuartas partes sumidas en la geografía del hambre. Imágenes de niños y mayores asesinados todos los días por los que gobiernan hasta las olas del mar. Y aún en nuestro primer mundo, en las clases populares a las que pertenezco, la soledad, el desamparo y las angustias que sienten y padecen, por poner sólo un aspecto globalizador, todos esos millones de parados, recortados en sus derechos y en su dignidad de personas.
Pasan los años, los siglos, las instituciones y reuniones internacionales, los políticos de unos y otros signos, vienen y van unas y otras doctrinas filosóficas, económicas y sociales, unas y otras doctrinas y maquinarias religiosas; llegan más y más avances científicos y tecnológicos, y sin embargo no se solucionan estos dramas humanos. Y aún en nuestro primer mundo, en las clases populares a las que pertenezco, la soledad, el desamparo y las angustias que sienten y padecen, por poner sólo un aspecto globalizador, todos esos millones de parados, recortados en sus derechos y en su dignidad de personas.
¿A quién acudir entonces los azotados por la vida en las mil formas de azotes?, ¿de quièn esperar algo, si ya les han dado con tantas puertas en el rostro y experimentado tantos fracasos?
Desde ahí, desde todas esas esas situaciones de necesidad extrema que he ido citando, está construido mi poema.
Leer la primera parte: números 1,2,3,4… …
¿No habrá nada positivo, alguna tarea digna que dignifique la vida de los azotados? Yo, en este poema, y desde la perspectiva y los ojos de los arrojados a las alcantarillas de la historia, sólo me atrevo a continuar diciendo:
leer números 5,6, y 7… …
Nos queda el consuelo de acompañarnos unos a otros, de vigilar y luchar juntos para que no nos roben otros la felicidad posible (el sol), concluye el poema; de lavar con vino las heridas de los que son desvalijados en los caminos, como en la parábola bíblica de El Buen Samaritano. Nos queda la solidaridad practicada frente a las adversidades y limitaciones de nuestra propia naturaleza, como en la novela La Peste de Albert Camus. En fin, el poema tiene muchas más cosas, claro. Y en el libro hay otros muchos poemas escritos desde otros ojos, desde otras perspectivas vitales. Pero me habré alargado ya, disculpad.
Y gracias a todos los amigos que habéis venido a pesar de que se trataba de un libro de poesía. Es un drama con el que tendré que cargar: que la gran mayoría de mis amigos no lean poesía. Pero no os preocupéis que la amistad está muy por encima de la poesía. Bien es verdad que para muchos poetas la amistad es la forma más excelsa de cualquier poesía. Al menos para mí. Un abrazo a todos.
Quintín García