Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

LOS POBRES DEL SILENCIO. ESTAS NO SON MIS NAVIDADES.


Estas no son mis navidades, sabiendo que hay gente que no tiene una luz en casa para ver, o un brasero para calentarse.

Los que escribimos tenemos nuestras alegrías porque te lo reconoce mucha gente, también estás en el ojo del huracán de gente que ni piensa, ni siente como tú y si pueden te devoran con bulos o calumnias; peor para ellos.
Lo único que intento es ser feliz y coherente conmigo mismo, expreso lo que siento, si es verdad que lo mismo soy un poco cansino, desnudándome sin importarme la crítica. Pero os puedo decir que si me pagaran no lo haría, no tendría la libertad que tengo sin presión, pensaría más en el dinero que en los artículos y ya no sería quien soy, sería manipulado para plasmar un artículo que lo mismo no siento y como me estoy haciendo un poco selectivo y crítico conmigo mismo intento dar la cara mirando al frente.
Estamos en el mes de la lotería, todo es ilusión, es el mes del amor porque se acercan las navidades, donde todo es paz y ternura, tiramos la casa por la ventana. Yo honestamente lo paso mal, no me gusta, porque veo que hay mucha hipocresía, te torpedean los medios de comunicación, para mí todo es marketing, se vive un ambiente de glamour, los pueblos y capitales tienen adornadas sus calles con estrellas en nacimientos, con una cantidad de luces que parece que estas en otro mundo de ficción, nos besamos hasta con los patos, porque son las navidades, saliendo en las televisiones esas mujeres exuberantes que parecen pavos reales, haciendo propaganda del champán y otras cosas. Los famosos que esperan que lleguen sus hijos de estudiar de Oxford o de Cambridge, que parecen que solo tienen ellos hijos. Los árboles navideños con sus regalos y en cada rama una bombilla muy visible adornada con toda clase de artilugios. Al lado de San José, la virgen, el niño, la vaca y el burro iluminados por todos los lados para que se les vea. Estas no son mis navidades, sabiendo que hay gente que no tiene una luz en casa para ver, o un brasero para calentarse.
En el siglo XXI una mujer de 81 años encendía una jodia vela porque le habían cortado la luz, abrasándose por culpa de esta gentuza del poder, vergüenza os podía dar, quitar la luz a una anciana con la de millones que nos roban a los demás. Si estas son navidades no las quiero, me gustan más esas que son todos los días, donde voluntarios como médicos, bomberos u otras ONGS se meten debajo de las bombas, como está sucediendo en Siria o en otros países del mundo, con esos monstruos de presidentes, donde matan a muchos Jesús, esos bomberos en el mar, donde está abrazada una madre a sus hijos y se suelta para que se salven, que ya van más de 4000 inocentes.
Por el amor de Dios, muchas veces me rebelo y pregunto ¿dónde estás?, ¡Dormido! ,¿Por qué no castigas a esa gente que hace tanto dolor en el mundo?, no somos nosotros, son esos malditos gobernantes de países que no les importa que criaturas con ocho o nueve años sean violadas para el placer de personas degeneradas sin sentimientos y luego se arrepienten una hora antes de morir.
Yo no soy de llorar, pero el otro día con mi nieto de un año se me caían las lagrimas, diciendo para mí que suerte has tenido hijo, con esa sonrisa tan dulce viendo que muchos niños no saben reír, solo llorar. Donde hay muchas criaturas que no tienen para comer y calentarse. ¿Hasta cuando nos vamos a callar? como humanos tenemos que levantar la voz, si no vamos a ser engullidos como la ballena a Jonás.
Si es verdad que de pequeño lo pasé mal y estábamos deseando que llegaran las navidades porque había su extra, diez personas cenando en diez metros cuadrados al calor de una chimenea con una llamarada de paja y nos calentábamos un poco, cuatro higos, un cacho turrón y unas nueces, se vivía intensamente porque había una familia. Eran las navidades del hambre, han pasado muchos años, estas son las navidades del miedo y las mentiras.
Hace veinte años un cura amigo nuestro nos llevó a unos amigos una tarde de domingo a visitar la casa de «Los pobres del silencio» de Salamanca y a otro sitio donde daban cobijo a gente sin papeles, drogadictos o gente que había estado en la cárcel, les daban de comer, se aseaban y dormía el que quería, aquello me impactó.
Volvimos para el pueblo y enseguida empezamos a maquinar, eran fechas cercanas a las navidades, le dijimos al cura mira a ver que estas navidades venimos cuatro amigos para servirlos, dijo que le parecía muy bien, llegamos a casa y empezamos a hablar mi mujer y yo, me dice tú te apuntas hasta a un bombardeo, ¡Como vamos a dejar a los hijos solos! Seguramente mi mujer lo sintió más que yo, claro las madres ese día dejar a los hijos era muy fuerte y más el día de navidad. Yo le dije es una sola noche, esta gente está todo el año solo, así que ese día nos cogimos el pendingue y nos presentamos.
Mi amigo llevaba la guitarra que la toca bien y canta, para animar la noche, esta casa la lleva Cati con su esposo y su hija, chapó por ellos, era un piso grande donde había bastantes mayores, allí los atendían. Llegamos, hicimos las presentaciones y nos dieron un delantal que me parecía al Chicote, queríamos ayudar aunque lo tenían todo preparado. Empezaron a llegar jóvenes, unos para ayudar y otros que duermen en la calle o debajo de los puentes, así que nos quitamos el delantal y teníamos que ponernos cada uno en una mesa para dar conversación, para que se sintieran arropados.
Terminamos de cenar y la juerga, a cantar villancicos, mi amigo con la guitarra los metía en vereda, empezó un viejete con 90 años que había estado en la guerra, cantando un villancico que no lo conocía ni el papa, empieza otro» San José era carpintero y vendía las virutas y con lo que se sacaba se lo gastaba en putas, ande, ande, ande la marimorena»…
Así con estas anécdotas te escojonabas de risa, terminaron los villancicos y un jesuita, un guaperas que había venido de las arcas del Vaticano, empezó a dar misa, había muchos curas, se la podía haber ahorrado, con un jersey de marca, sus zapatos brillaban como las estrellas y empieza a darnos el sermón del nacimiento. Entre otras cosas diciendo,» hace varios años tal noche como hoy habían ido unos jóvenes a los Andes y estando allí se enteraron que había nacido el niño Jesús, era una noche fría, se pusieron tan contentos y bajaron a adorar al niño Jesús. Según bajaron encontraron unas florecitas preciosas, que florecían en la hierba, las cogieron para dárselas al niño Jesús. Como hacía mucho frío y no sabían donde había nacido, tenían que preguntar, entrando en un bar para que les dijeran donde había sucedido, pidiendo un café para calentarse. En ese tiempo dejaron las florecitas, encima del radiador, ¿qué os creéis que sucedió con las florecitas?», (dirigiéndose a ellos) dice uno como un escopetazo, hostias que iba a suceder, que se quemaron. Porque este cuento ya se lo sabían. Yo creo que no estuvo a la altura de aquella gente, no eran niños sino hombres, hablé casi con todos, era un día de felicidad pero tenían muchos problemas, tomamos un chocolate a las tres de la mañana y para nuestra casita con nuestro hijos, pero Juan, Jesús, la chica Argentina y una niña Yesica de 18 años rubia preciosa, la pregunto ¿cómo no estás en casa pasando este día con la familia? me contestó, si estoy en casa sería un infierno. Se fueron a dormir debajo del puente o a otro sitio bajo las estrellas, los vi alguna vez pero han desaparecido, ya no hay más navidades para los pobres.
Este día para mí tuvo un sentido, estar al lado de los que más necesitan.
Un abrazo
Alfonso «El Pindoque»

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