Otra historia más de mi vida, parece un sainete atropellado, pero tiene su encanto.

BENDITA JUVENTUD


Otra historia más de mi vida, parece un sainete atropellado, pero tiene su encanto.
Ahora me río, (aunque a muchos les habrá pasado) y como en estos tiempos que corremos nos estamos quedando huérfanos de risa, ¡¡recordar me va muy bien!!.

Aquí no hay tapujos: tenía 25 o 26 años, acababa de comprarme el Seat 850 especial, que me proporcionó aventuras amorosas. No era un Cary Grant, más bien un Alfredo Landa, pero tenía algo especial, la sonrisa y mis golpes, las chavalas me decían no hay penas a tu lado, que por eso me harían caso, ya tenía el colmillo retorcido, digamos que estaba desmadrado, porque no daba con mi media naranja a consecuencia de mis aventuras y desventuras.

Un domingo salgo de fiesta y me voy con un amigo a Archanda, un paraje precioso con mucha naturaleza desde donde se divisaba todo Bilbao, que muchas veces no se veía por la contaminación que había entonces. Pues ese domingo subiendo para Archanda con mi flamante coche 850 recién estrenado nos hacen autostop dos chavalitas como de 17 años, bien criadas. Iba con un gran amigo que se llama Julián, Extremeño, ¡¡más salado que las pesetas!! y además con buen porte, un moreno tirando a Sidney Poitier, ligando lo que quería. Le pregunto ¿paro y las cogemos?, me dice el cabronazo, todas las que nos hagan autostop hay que cogerlas, aunque alguna haya que meterla en el maletero, así como les cuento.

Llegamos al baile y las dejamos, porque eran muy crías, nos tomamos un par de destornilladores que era naranja con licor 43, vamos que nos pusimos como Pepote, empezamos a dar vueltas a ver quien bailaba, porque las mujeres se sentaban en la mesa, te miraban de arriba abajo, muchas te decían no tengo ganas, se te quedaba una cara, yo di en ese baile más vueltas que el cordobés en el ruedo, según íbamos dando vueltas nos percatamos de las dos chavalas que habíamos subido, que estaban en una mesa echándonos una sonrisa pícara, le dije a mi amigo, chico, aquí hay tomate. Y empezamos a fraguar el golpe, porque una era muy alta, para mi era una Raquel Wells y yo no me encontraba a su altura, morenaza y me dice el tío esa para ti que hacéis buena pareja, diciéndole, mejor la haces tú, que media 1,85 y el tío me la emplumó. Se levantan y yo intenté agarrarme a la más baja, pero el traidor me hizo un quiebro y me la birló. Nos quedamos con ellas,que yo no me sentía muy a gusto porque no daba la talla y encima se guaseaba, estaba un poco caliente, diciéndome: «mucho arroz para poco pollo«, y yo haciéndome el tonto como si no fuera conmigo.¡¡¡ Fiaté de los amigos!!!, como me armó la cobra, que entonces «no se llevaba», pero teniamos buena boca.

Ya las bajamos con el coche y formalitos sin tocarnos las manos, diciéndome el amigo que la mía vaya atrás conmigo y tú delante que para eso eres el chofer y sin mirar para atrás que estás muy verde y lo mismo nos estrellamos. Así que parecía yo el chofer de Rita Barberá, pero sin gorra. Lo que intuía yo era que él se estaba poniendo las botas,diciéndome de cuando en cuando ¡tú atento al volante a ver si nos vamos a la cuneta!. Ya me estaba poniendo negro porque uno no es de piedra, las dejamos, que eran de Galdácano, y las propusimos salir el jueves al cine. Llegó el día, sacamos las entradas y siempre pedíamos las últimas filas, como así sucedió. Le dábamos un duro al acomodador y si estaba el cine lleno eran capaces de ponerte encima de otra pareja. Pues en esa parte del cine se hacían manitas, unos besitos, algunos tocaban un poco de falda, que yo no tuve esa suerte, según lo que hubieras conquistado los días antes. Así que yo nunca vi una película entera, ni comía palomitas, ese era el sistema que funcionaba antes. Pero yo no me encontraba bien, porque era muy niña, como la otra, pero este amigo tenía buena boca y claro de tanto ir el cántaro a la fuente intuí que se iba a romper, porque me daba cuenta de que estas chiquillas se estaban ilusionando.

Así que un día las invitamos al baile de una discoteca, que se llamaba el Yunque, estaba en auge, allí vi al Dúo Dinámico y otros punteros. Como íbamos un poco colocados la vergüenza se iba, las dijimos vamos a bailar, que tenías que bajar tres o cuatro peldaños para ir a la pista, había como una piscina con lucecitas que yo una vez estuve a punto de caerme al agua, tenía su encanto. Si ibas un poco despistado tenías el peligro de parar en brazos de otra que no era la tuya, o de algún tío, porque se veía menos que a la luz de un candil. Nos ponemos a bailar, cada uno con la suya, que eran bailes de anda tú que yo no puedo. Porque muchos allí íbamos a querernos y punto, había amor para todos. La chiquilla me echa los brazos al cuello, que tenía una fuerza, madre que sotabanda me arreó, que dos horas de sudores y el otro que es un cachondo, delante de ellas me decía, ya te dije que era mucho arroz para poco pollo, diciéndome ¿necesitas una bombona de oxigeno?. Me estaba poniendo negro, ya nos fuimos a la mesa, bebí un trago y la dije, mira niña esto no puede seguir, exponiéndola los motivos que era muy joven, pero a ella no le importaba, madre que llorera se cogió, abrazándome, que yo creía que me iba a estrangular, diciéndome que me quería. Yo diciéndome para mí, pero como es posible una chica tan guay como dicen ahora, se ha enamorado de mi.

Así sucedió la historia, la llevé a su casa y el amigo encima se me enfadó porque se apatuscó con la otra, le dije te coges un taxi, porque entonces uno ponía el coche y la gasolina, estaba barata, pero yo no podía ir por encima de mis principios y mi manera de sentir.

Luego dio la casualidad que conocí a mi media naranja sacándola unos añitos, donde creamos una familia y nos sentimos muy felices, con respeto y amor.

Un abrazo

ALFONSO «EL PINDOQUE»

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