Agradecimiento de Miguel Ángel.

Queridos Hermanos y Hermanas solidarios de Las Villas:

Muchas gracias por vuestra cariñosa acogida el día 23 de noviembre. Desde siempre os recuerdo con mucho cariño por el tiempo compartido antes de venir a República Dominicana en el año 1999. En la Comunidad de Dominicos acrisolé mi vocación y con vosotros aprendí a luchar por las mejores causas.

Mirando hacia atrás, parece pasó mucho tiempo, lo suficiente para adentrarme en la cultura dominicana que es expresión genuina de bondad, solidaridad y hospitalidad. Siendo fieles a la herencia que nos dejó la primera comunidad dominica en la isla intento, junto al equipo de Radio Seybo y la familia dominica, seguir la estela de la lucha por la dignidad.

La provincia de El Seybo tiene varias heridas sangrantes de la tierra pues está acaparada por multinacionales azucareras que la dejan infértil después de usar fuertes herbicidas y fungicidas. La tierra que manaba leche y miel es ahora un gran campo de caña que produce azúcar de sudor, sangre y muerte. Pero aguardamos la esperanza que “Dios te hará rebosar de bienes: frutos de tus entrañas, frutos de tu ganado y frutos de tu suelo en esta tierra que el juró a tus padres que te daría. Dios abrirá para tí los cielos, su rico tesoro, para dar a su tiempo la lluvia necesaria a tu tierra y para bendecir todas tus obras.” (Dt. 28, 11-12a)

Dios nos bendice a través de la sonrisa de nuestros niños y niñas, la sabiduría de nuestros mayores, la ilusión de nuestros jóvenes, la capacidad de acogida de nuestra gente. Todo lo que somos y tenemos lo ponemos en alto, lo ofrecemos y Dios lo bendice.

Aguardamos la alegre esperanza que la bendita tierra de Mata de Palma será repartida según las necesidades de cada familia para que recobren su dignidad la cual ha sido ensangrentada en este último tiempo por tantos intereses económicos. Gracias a los valientes líderes de la Asociación Valle de Bendición que luchan por ofrecer condiciones de vida dignas a sus empobrecidas Comunidades las cuales han unido sus mentes y corazones susurrando a la humanidad que tienen una dignidad sagrada y que lucharán por ella hasta donde sea necesario animados por las palabras de la niña Dangelyn “No nos dejemos vencer”…

Fue gracias a la fe y perseverancia de los moradores de la Piñita que consiguieron la titularidad de sus tierras. Nos da mucha esperanza porque son muchas las brasas encendidas de la auténtica utopía que promueve los valores más sagrados de la persona frente al mercado sin rostro humano que sólo sabe acumular riqueza manchada con la sangre y las lágrimas de los inocentes, de los preferidos de Jesús de Nazareth.

Todavía tenemos errantes en nuestra provincia a 80 familias cuyas casas fueron destruidas por el Central Romana en la madrugada, encañonando a los niños y niñas, privándoles de su tierra, techo y trabajo. Aún se escucha el jututo en la Tierra de Dios en La Culebra de Vicentillo por miedo a que en cualquier momento desalojen a los campesinos de las fértiles tierras que nos alimentan.

Juan Pablo Duarte, el Padre de la patria luchó por los derechos de la persona proclamando su inviolable dignidad. En su ideario dejó escrito: Ningún poder de la Tierra es ilimitado, ni el de la ley tampoco (26). Todo poder dominicano está y deberá estar siempre limitado por la ley y ésta por la justicia, la cual consiste en dar a cada uno lo que en derecho le pertenezca (27).

A Dios le duelen estas injusticias. Sabemos que las condena con la mayor energía de sus entrañas y pide que las denunciemos con todas nuestras fuerzas para que su eco cruce los océanos como el grito que Fr. Antón Montesino lanzó hace 500 años a los colonizadores al contemplar los maltratos infligidos a los taínos: “Todos están en pecado mortal y en él viven y mueren, por la crueldad y tiranía que usan con estas inocentes gentes. ¿Con qué autoridad han hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales?

Dios nos anima a acompañar a quienes sufren las cruces del olvido, la persecución y la violación de su sagrada dignidad. Nos alienta a denunciar a la luz del día tanta cobardía. “No nos dejemos vencer”, permanezcamos fuertes en la lucha uniendo nuestros corazones para que se desborden de amor y compasión. Las palabras del Papa Francisco: “…expresamos la misma sed: sed de justicia y el mismo clamor: tierra, techo y trabajo para todos…” nos empujan a soñar con ese otro mundo posible convirtiendo nuestros miedos en esperanzas, orientando nuestro caminar hacia una humanidad preñada de utopías de justicia, paz y fraternidad.

Que Dios os bendiga, os proteja y os dé la fortaleza de alma y cuerpo necesarias para seguir en el camino de la vida.

Con todo mi cariño,

Miguel Ángel Gullón Pérez

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