Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

A TRAVÉS DE TUS OJOS

            

Lourdes Hidalgo, hija de Costa y Petri y hija de Villoria nos presenta dos nuevos relatos, ya que, hasta hoy, ha continuado escribiendo en sus ratos libres.

Este año ha vuelto participar, en un Certamen Literario, organizado por la      ASOCIACION TIERNO GALVÁN en Santa Marta de Tormes. con dos nuevos relatos ,» NO SOLO AMOR» y «A TRAVÉS DE SUS OJOS «, con este último ha obtenido un 3º Premio. De nuevo vuelve a sentirme muy feliz y con una gran satisfacción interior y desea compartirlo con todos  nosotros.



Además está preparando algo que espera terminar pronto para poderlo enseñar.Un cuento.

Este es se relato:

A TRAVÉS DE  SUS OJOS

Nos enamoramos aún siendo muy niños, y nos jurábamos cada día que estaríamos siempre juntos.

Compartíamos cada momento que conseguíamos encontrarnos, hablábamos de nuestras inquietudes, hacíamos planes, superábamos lo que para nosotros eran obstáculos para vivir nuestro amor. 

A  veces nos separábamos para ir a clase, asistir a reuniones familiares, o salíamos con nuestros respectivos amigos, hacíamos todo aquello propio de la edad, aunque se nos hacía muy largo el tiempo que no estábamos juntos.

Cuando alcanzamos la mayoría de edad, decidimos escaparnos                  separándonos de nuestras familias, a los que considerábamos como una amenaza que pretendían  separarnos.

Nuestros  padres no veían con buenos ojos este romance. Todos pensaban que teníamos demasiada prisa para hacernos mayores.

Solo nosotros creíamos en nuestra historia, considerando que los que más nos querían, ahora eran nuestro principal enemigo.

Yo era tan ingenua, que no supe ver que mi familia, tenía razón en no confiar demasiado en Mario. Realmente éramos muy jóvenes y los únicos que no veían su propia realidad.

Mario era quien tomaba todas las decisiones por los dos, yo sólo obedecía.

Mientras yo, como buena enamorada solo veía por sus ojos, todo lo que Mario hacía o decía, yo creía que era lo ideal, y me dejaba llevar.

Una noche, nos escapamos a escondidas, dejándolo todo atrás. Poniendo nuestra suerte, totalmente en manos del azar. Tan solo cargábamos a nuestra espalda, una mochila con algo de ropa y calzado, además de algún que otro ahorro  que había guardado.

Desde ahora daba comienzo a una aventura, que al principio resultaba excitante, pero que en realidad no tenía nada que ver con lo que habíamos imaginado. No teníamos la menor idea de lo que sería desde ahora la vida juntos, al menos yo.

Aquella noche, caminamos sin rumbo durante horas,  a ratos hicimos auto-stop, corrimos los primeros riesgos. Ahora estábamos completamente solos ante el mundo. 

Ante todo esto, me arrepiento y quiero volver a casa. Mario, hizo lo posible para convencerme que me quedara con él, ya era tarde para retroceder, me susurraba entre caricias y besos adornados de palabras bonitas, hasta el punto que olvidé lo que yo realmente deseaba.

Allí estábamos tumbados al aire libre, sobre una escasa cama de hojas secas, cobijados en un hueco que había entre unas rocas a modo de cueva, en un paraje arbolado muy apartado de todas partes, como perdido. Lo que no llegué a sospechar, que aquel lugar sería provisionalmente nuestra casa. 

Cuando amaneció, desperté pensando que podría haberlo soñado, aunque lo cierto, que todo aquello que nos rodeaba era muy real.

Espantada, me puse en pie buscando la manera de escapar de aquella locura, provocada por un par de chiquillos jugando a ser mayores, sin la menor idea de  lo que nos exponíamos y que ni tan si quiera habíamos previsto un plan de supervivencia.

Mario, de un salto se dirigió a mí, muy suavemente retiraba de mi cabello alborotado algunas hojas secas. Me abrazó desde la espalda acariciando mi cuello con sus labios, tratando de apaciguar mi llanto, me dio la vuelta para besar los míos, sin darme la oportunidad de articular palabra, ni permitirme pensar. Me había convertido en su marioneta sin darme cuenta.

Pasamos varios días así, sin techo ni rumbo, escondidos y acurrucados en aquella cueva, mientras mi personalidad iba mermando a pasos agigantados.

Fuimos malviviendo hasta encontrar un techo medianamente decente, convirtiéndonos en ocupas de un edificio en obras, que habían sido paralizadas por motivos económicos.

A menudo pensaba en mi familia, a la que tanto echaba de menos en silencio, extrañaba mi cama, mi cuarto, ropa limpia…, y lo más importante, el calor del hogar. Deseaba llamarles, muchas veces,  saber de ellos, pero no me atrevía ha hacerlo.

Resonaban en mi cabeza las palabras de mis padres, acerca de las consecuencias de los actos irresponsables.

Tardé en ver, que había cambiado el Paraíso que tenía,  por la miseria de un amor que solo me generaba infelicidad. 

Ellos no pretendían separarme de Mario. Su mayor deseo siempre fue ayudarme a construir mi futuro, evitar un destino nada prometedor.

 Querían que terminara mis estudios y transmitirme valores fundamentales, que siempre fuera fiel a mis principios como persona y mujer. 

Que me sintiera segura y respetada al lado del hombre que yo eligiera, siendo éste, merecedor de una gran mujer,  a la que ya no me parecía en nada.

Ya no podía retroceder. Estaba arrepentida y avergonzada. Creía que ya no podría mirarles a los ojos. 

Me fui acostumbrando a sobrevivir a una aventura continuada, que ya carecía de emoción. Aprendí también, a vivir en la desilusión y soledad más absoluta, mientras él, era feliz de esa manera.

A la fuerza aprendí a trabajar, como empleada de hogar, cuidando niños, ancianos o enfermos, limpiaba, planchaba, cocinaba…,  durante todo el día. Gracias a eso, conseguimos alquilar un apartamento junto a otra pareja, para compartir gastos, aunque en realidad, yo mantenía la economía de los cuatro. 

Pasaba el tiempo y mi decadencia iba a más. A Mario, no le duraban los trabajos más de mes y medio, se creía con todos los derechos, pero realmente no tenía razón.

Comenzó a tener malas amistades, observar a otras mujeres, llegaba de madrugada o no llegaba. La amargura me consumía, pero no tenía el suficiente valor para abandonarle. Cuando le reprochaba su conducta, me envolvía de nuevo con su falsa ternura y en la cama se resolvía todo, caía de nuevo en su juego.

Un día, llegó a casa con otra mujer del brazo, la metió en nuestra cama, me quedé petrificada. Me miró y ya no se molestó en levantarse para manipularme con sus falsos besos, esta vez me empujó para que saliera de allí y dejarle dar rienda suelta a sus más bajos instintos y falso amor con otra mujer.

Por supuesto que salí, cogí todo cuanto me pertenecía que en definitiva me había ganado con mi propio esfuerzo por mucho tiempo, cerrando esta puerta para siempre.

Reuní el poco valor que conservaba, sin pensarlo más,  monté en un taxi de vuelta a casa.  

Al abrirse la puerta, encontré a la misma mujer que había abandonado, gritó con fuerza mi nombre, Yohana!, estrechándome en sus brazos como cuando era una niña. Ambas lloramos largo rato en el mismo umbral, nos miramos fijamente y entramos en casa, todos corrieron a abrazarme, era justo lo que necesitaba desde el primer momento que me alejé de ellos.

A mis veintiocho años regresaba a casa, a recuperar mi vida, arropada por el verdadero calor del hogar en familia.

Retomé mis estudios, además recuperé después de mucho tiempo y  esfuerzo, mi verdadera identidad. 

Volvía ser Yohana. 

Y….Mario…  ¿Quién es Mario?  

LOURDES HIDALGO BRIONES.

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