Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

ESTE ES EL MUNDO QUE NOS ESPERA

Siempre he dicho que ante las adversidades de la vida es cuando hay que echarle más huevos, empezando por el patriarca, porque si te hundes todos los que te rodean se vienen abajo. Ante este panorama que parece ficticio, pero cierto, no tengo miedo y no queda otro remedio que tirar del carro. Los que me conocéis sabéis como ha sido mi vida, me gusta llevar la luz donde otros están a oscuras.

No tenemos más remedio que cambiar el chip del confinamiento, que se hace muy pesado; pero bueno, no hay rejas y podemos sacar la cabeza por la ventana y ahora hasta dar paseos. A la mujer le digo muchas veces que a las cosas insignificantes les damos mucha importancia, no soy un profeta y uno va viendo algo de luz con la evolución que está llevando esta maldita pandemia, pero cuidado con las consecuencias, no vaya a ser peor la posguerra que la guerra.

El otro día me llamó un amigo, del que hacía tiempo que no tenía noticias. Este chico, junto con otros dos, pegaba golpes en casas, tenía el brazo muy largo. Conoció a una chica y se casaron creando una familia, entonces dejó de coger lo ajeno. Le pregunté por sus amigos y me dijo el tío que lo tenían muy chungo, que llevaban tiempo sin dar un golpe, como está todo el mundo en casa y España está tomada por las fuerzas del orden público, pues uno no se puede mover, porque si no van al trullo. Que se apunten al paro o a las normas sociales que ha sacado el gobierno y sigan su vida tranquilamente como personas normales.

No quiero ser cansino, o quizás sí, no quiero hacer demagogia, esto es como los sermones de los curas que muchas veces son repes, como dicen los chavales.

En este tiempo de confinamiento he tenido tiempo de morir veinte veces y resucitar otras veinte, porque cuando me levanto y tomo conciencia de que estoy vivo, me parece imposible lo que está sucediendo en este querido mundo. No sé si tengo dinero o tengo trampas, así que me visto, me aseo y miro a ver que día hace, miro al Barrio y me entra una pena por no ver ningún vecino y, esta soledad me abruma. Ese silencio sepulcral donde todos estos años las mujeres, por ahora en primavera, madrugaban para preparar su jardín, que si petunias, tulipanes y toda esa familia que nos da vida. Ellas se lo pasan bomba compitiendo sanamente a ver quién tiene mejor el jardín.

Así que estoy acojonadisimo, como no hago nada me pongo a escribir o a leer. La mujer empieza a hacer limpieza en el hall, pasillo y comedor, con un aspirador que debe tener por lo menos diez mil voltios, con un run run que parece una puta avispa. Algún día me engulle; menos mal que cuando la veo levanto los pies por si acaso; algún calcetín ya se lo ha birlado y tengo miedo por si me lleva una pierna y encima, hasta que no se seque el pasillo o el hall quietecito, porque si lo manchas tienes la fregona en la chepa. No hay cosa que le parezca peor que le pise los suelos.

Así que tengo unas ganas de volar como las palomas, sin pisar la tierra en un mes, tomándome unos vinos con patatas bravas como si son mansas, y como ahora no gasto tengo un billete de 50 euros en el bolsillo que se me está despellejando y, es malo porque si el dinero no se mueve, no hay vida ni alegría y todo se viene abajo.

Tengo un jardín con algún árbol frutal que me encanta, me gusta tenerlo limpio, que te da unas alegrías inmensas, donde ves florecer lo que uno tiene. Creo que es parte para matar las penas y en el jardín ves jugar al futbol a tus nietos e hijos y nietos de los vecinos, porque nos llevamos bien. Pero, que está sucediendo, que no he vuelto a ver ningún gato por delante de mi casa, cuando antes andaban a su libre albedrío, hasta me daban los buenos días. Ahora solo veo palomas, tórtolas, mirlos, pardales, tordos, aguzanieves, colorines y alguna clase más de esa familia, que con su gorjeo te dan alegría.

Hace muchos años que no veía tanta fauna voladora entre sí, pero qué sucede, que como vengan más me comen la hierba, pero no importa porque no contamina y luego sale con mucha fuerza, aunque he sembrado un trozo y me comen las semillas. Lo que más me extraña es que cuando salgo por las mañanas las digo, ¡os, os! para espantarlas y nada, como el que ve llover, haciendo sus nidos donde pueden, son muy listos los animales y cuando los espanto se van para la parte de atrás, que tengo el cacho huerto donde siembro verduras y me comen las espinacas, están gordísimas, si las cojo de pequeño van directas al puchero, total que las tendré que empadronar en mi casa o en el pueblo, porque hacen una labor social, comiendo la hierba y las brevas. Tengo tres azadas que están pegando, pero no las tocan, podían echar una mano, solo las usan los nietos de los vecinos para hacer hoyos y cerros, pero de diez años para abajo, porque los míos ya las rodean, lo que pasa que se van a dar en la cabeza y yo no voy a pagar la herrería. Yo lo que no quiero es que me corten los tomates y los frejoles, pero son buenos chicos.

Un abrazo amigos.

Alfonso “El Pindoque”

19-05-2020

 

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