Años hace que siempre vemos la cigüeña por San Blas, pero la vemos, no porque haya vuelto de su periplo invernal por lugares más cálidos y acogedores, la vemos simple y llanamente porque no se ha ido.
Un buen día decidió que era hora de echar raíces allá donde nació, acomodarse un poco al frío del invierno (al fin y al cabo los inviernos ya no son lo que eran), y regalarnos su presencia todo el año en campanarios, campos y cultivos.
Al traste ha dado con ese refrán tan usado y conocido con el que saludamos la fiesta de San Blas. Ya no sabremos si el año será de nieves o de bienes. Tendremos que fiarnos de los servicios meteorológicos, de las Cabañuelas o del iluminado de turno que predice una Filomena con meses de antelación.
Si por el refrán fuera, llevaríamos años disfrutando de esos bienes que augura con su presencia. Pero, de todos es sabido, que no ha sido así, salvo excepciones, que las hay. Ya lo dice otro conocido refrán, «A río revuelto, ganancias de pescadores.»
Y si a esto añadimos que han perdido la potestad de traer niños y niñas de París, (esto bien que lo notamos), poco les queda que hacer, salvo deleitarnos con ese sonido tan característico de su crotoreo que todos conocemos como «machacar el ajo». Ajo y agua, que es lo que toca, no nos da para más.
Esperemos que siga consiguiendo en buena lid su pitanza diaria, no vayamos a caer en la tentación de alimentarla de forma clandestina y le pase lo que a palomas y gatos. En todo caso siempre podemos acogerlas en adopción: «Ponga una cigüeña en su vida»
SPP
Fotos: Pilar Corredera
