Si hay un árbol característico y emblemático en nuestro pueblo ese es el chopo o álamo, en sus distintas variedades. Hace unos meses tuvimos que despedir al más representativo de todos, aquel que daba cobijo y frescura a la fuente de Alba. Por fortuna dejó una serie de vástagos que seguirán cumpliendo su función en ese entorno que es historia viva de nuestro pueblo.
Pero los chopos tienen sus pequeños inconvenientes, uno de ellos es el que estamos presenciando estos días con la aparición de lo que conocemos como «pelusas», que cubren con su manto blanco la zona de la alameda, las calles aledañas y al menor descuido se nos cuelan hasta en la sopa.
En contra de lo que pueda parecer, estas pelusas no son el polen de los chopos, por tanto no son perjudiciales para los alérgicos. En realidad, estos vilanos del chopo (nombre por el que también conocidos), son las semillas producidas por los chopos hembra, protegidas por esa capa algodonosa que les caracteriza y que hace que estén en suspensión y sean dispersadas por el viento.
Otro de los inconvenientes, quizá el más importante, es que son altamente inflamables, aumentando el riesgo de incendio, sobre todo en zonas de arboleda densa y maleza seca, no así en zonas de césped, donde su quema se controla fácilmente. En todo caso y dada su inocuidad, lo mejor es convivir con ellas y dejar que la naturaleza haga su trabajo.