Este es nuestro mar.
En el no hay puertos, ni playas, ni islas ni atolones.
Ni olas rompiendo en grises y sombríos malecones.
Tampoco barcos surcando sus azules aguas, ni gaviotas, ni ballenas, ni delfines, ni marejadillas ni marejadas.
Ni golfos, ni cabos, ni ensenadas.
Este mare nostrum es el santo y seña de la tierra castellana.
Campos de Castilla de cultura machadiana.
En el conviven pinos, álamos, encinas y viñas, con maíces, patatas, trigos, centenos, girasoles, cebadas…
Y algún que otro olmo seco, al que el poeta inmortalizó en su postrera gloria quebrada.
Valle de las Villas, de esa vieja Castilla, que se pone por montera:
al monte de Babilafuente, los oteros de Villoruela, y los tesos de la Horca y la Calera.
Hoy luces vestido de verdes maizales, testigos de frescos amaneceres, arrebolados atardeceres,
y paseos matinales.
Honra y bien para quién con su constancia, su sapiencia y su sudor,
hace que podamos disfrutar de este nuestro mar.
¡Gracias agricultor!