Ahí está. No es la más bonita,
ni la más hermosa, pero es la nuestra.
Vieja, desgastada y resquebrajada. Torre vigía de campos, calles y rincones de un pueblo que ha sufrido y sufre en silencio, como pocos han sufrido, la marcha anticipada de gente joven, demasiada gente joven; jóvenes añorados y llorados, que no solo viven en nuestra memoria y nuestros recuerdos, también en nuestros corazones.
Quizá ese halo brillante que se atisba sobre su torre, sea la señal de que su luz nos iluminará siempre desde el cielo.
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