Más que vendimiar, que es lo que hacíamos los demás, la mariposa rojinegra lo que iba haciendo era besar las uvas negritas, redondeadas y maduras, de la nueva cosecha. Quizás se estaba despidiendo de las uvas en ese momento final de la vendimia en el que van a ser sacrificadas para el mosto y el vino. O, simplemente, que la mariposa había salido a dar una vuelta de fin de semana (era sábado en la viña de Pauli, en Villoria), se paró un instante a refrescarse (hacía un sol tórrido) con un tinto joven, frutal, adulzado aún, y ahí la sorprendió la mano delicada y artística de África Prieto.
Quintín García