Hace unos días publicábamos un artículo sobre la importancia de conservar las tradiciones y, a ser posible, mejorarlas, todo ello en el contexto de la proximidad de la fiesta de los quintos.
Pues bien, ayer nos enteramos por vía oficial -léase Ayuntamiento- que una de las «mejoras» incorporadas a esta tradición era la dejar el albergue que utilizan como sede y que ,dicho sea de paso, es de propiedad municipal, peor que el más asqueroso de los vertederos.
Lo que ha ocurrido este fin de semana no hace más que empañar está centenaria celebración y, por ende, el buen nombre de nuestro pueblo, de nuestra gente . Pueblo y gente de la que siempre hemos presumido y seguiremos presumiendo.
La excusa de que «yo lo hago porque a mí me lo han hecho», no se sostiene ya que, en si misma, se convierte en acusación, como tampoco lo hace la de romper cualquier objeto porque es privado (que no propio).
Me cuesta creer que jóvenes de mi pueblo, a los que todos conocemos, jóvenes con estudios, trabajadores, deportistas e incluso solidarios en muchos casos, hayan llegado a tal extremo de estupidez. Solo se me ocurre que puedan hacerlo dentro del contexto que desde siempre se ha dado a este día, en el que nos creemos los reyes del mambo ( y digo nos creemos porque la mayoría hemos pasado por él), en el que todo el monte es orégano y en el que, por momentos, nos olvidamos que nuestra libertad tiene límites: aquellos que nos marcan la leyes, las mínimas normas de convivencia y la propia libertad de los demás.
Es verdad que es una fecha propicia para que los imbéciles o gamberros de turno (por utilizar términos suaves), campen a sus anchas y más de una de sus fechorías se atribuyan a los quintos. Pero ya va siendo hora de que alguien les haga frente, que marque su territorio y que les ponga nombre y cara, si es posible, para que paguen por sus desmanes.
Por cierto, esa mal aplicada ley de Talión (la culpa fue de vuestros antecesores, no de vuestros sucesores), es una ley que nunca trae buenas consecuencias tal y como dijo Ghandi «ojo por ojo y el mundo se vuelve ciego» …Y desdentado, añado yo.
Esto no debe ser más que una mancha, nunca mejor dicho, cuya limpieza ha comenzado desde el día en que se hizo pública. Esperemos que sirva de advertencia y el año que viene los quintos, que hoy son entrantes, hayan aprendido la lección.
Como quinto que he sido, padre de quintos, y, si hay suerte, abuelo de quintos, me quedo con lo bueno, y espero que lo malo se quede en algo anecdótico. Que sea así no depende solo de las quintas venideras , depende de todos, y todos lo sabemos -sin excusas –
SPP