Besana Villoria – Revista digital Besana de Villoria

EL PROGRESO Y SUS CONSECUENCIAS

Acabo de llegar de vacaciones. Hemos estado en La Manga, creo que lo necesitábamos y ahora que somos mileuristas nos lo podemos permitir. Pero nos han metido una sotabanda terrible con el viaje de ida y vuelta.
A la vuelta hemos salido a las cuatro de la mañana del hotel, hasta las cuatro de la tarde que hemos llegado a casa, ¡manda huevos, para aguantar desde La Manga hasta aquí! Primero montamos en el coche para ir hasta Alicante, luego tienes que esperar un tiempo para coger el AVE, llegas a Madrid y montas en el autobús para llegar a Salamanca, y al fin otro bus para ir al pueblo. Nos trajo un servicial y amable conductor en un bus escolar, que venía casi todo lleno, él con su paciencia y energía nos cogió las maletas y en el pasillo las dejó, nos decía ¡Hermanos tranquilos, que esto lo arreglo yo!, si no es por él todavía estamos allí.
Creo que la gente que organiza esto del INSERSO, lo que quiere es matarnos, así desaparecen jubilaciones. No se dan cuenta que tenemos muchos años y pesan mucho las maletas, que al subirlas en el AVE tienes un peligro, porque te puedes fastidiar la columna o las caderas. Nuestros cuerpos están muy machacados. ¿No sería lo correcto que fuéramos directos para allá o a la inversa?


Después de estos avatares, hemos sufrido mucho por la gente de Valencia. Rebotados por lo que está sucediendo en este mundo malvado y por estos ladrones que salen bandadas de las esquinas, ¡Qué vergüenza! ¡Donde vamos a llegar!
Nos lo hemos pasado bomba, porque la vida pasa muy deprisa y cuando menos te lo esperas te llega el final, por lo menos para mí que soy el mayor. Hemos ido tres parejas de amigos, llevamos 40 años saliendo juntos de vacaciones y les tengo mucho que agradecer, porque yo no llego tan largo, así que como son muy vivas las mujeres te enseñan la belleza de mi España, pero no te dejan parar, andando y disfrutando, muchos días 10, 12 ó 14 kilómetros.
Donde hemos estado, en un lujoso hotel, por dentro no lo he visto en mi vida más lujoso, limpio, comida y con una estrella más de los que yo suelo ir.
Llegamos a Murcia a las ocho de la noche, fuimos a cenar y a la cama. Al día siguiente empezamos a zapatillear, porque las mujeres cuidado lo que andan, queríamos ir a ver un faro por la mañana, que había 8 kilómetros o más, yo decía para mí, ¡Esta gente me mata! Que no llegamos, pero los siguientes días cogimos un bus por nuestra cuenta para ir a Cartagena con más gente. A las 10 se presentó el guía que nos explicó todo de pe a pa; yo creo que nos metió alguna mentira. Me parecía a mí un poco a las ciudades de Ucrania, porque había muchas casas apuntaladas y solares, palacios de gente adinerada de las minas, que las cerraron en el 1991. Extraían estaño, plata, plomo; nos explicó que la gente que trabajaba allí ganaba tres pesetas diarias. Me dijo el chico, que el casino fue bombardeado durante la primera república en el año 1873, destruyendo el 80 por ciento de la ciudad, matando a curas y monjas, quemando iglesias y catedrales.


Así que yo estaba cansado de tanto andar, porque hay que subir cuestas y bajar. Nos hemos reído y ha habido anécdotas que no se pueden contar porque están bajo sumario, así que voy a empezar por el AVE. A bajar con las maletas, subiendo escaleras y siguiendo al guía, la maleta rodando a una velocidad de vértigo, entras en el control de seguridad, donde las maletas tienen que pasar por una cinta, que tú las tienes que bajar y subir. Las llevas detrás de uno como un perro, detrás del guía que va con un paraguas o un distintivo. Llegas al número de tu asiento y las maletas las tienes que colocar arriba, que pesan un cojón, así que ya te sientes fatigado en buenos asientos, pero no puedes hablar porque hay gente que va a trabajar. Así que yo que no hablo, cuando respiras ya tienes el codo de tu mujer igual que el de los futbolistas en el área.
Qué bonito el progreso, recuerdo de pequeño que montabas en Babilafuente en aquellos trenes de madera, uno llevaba un chorizo, un cacho de jamón, una hogaza de pan, con la bota de vino y allí se compartía todo, se hablaba ¿Qué tal la cosecha, chico? ¿Ya ha venido tu hijo de la mili? A ver si pasas por casa el día de la fiesta, me han dicho que se te ha muerto la burra y al pollino le están criando a biberón, dicen que a fulano le han embargado,… Ese era el rosario que entonces se rezaba.
Me gusta el progreso, pero añoro mi niñez con una sonrisa en mis labios, era tan dulce, tan limpio, con picias incluidas, que jamás lo podré olvidar. Con nuestro trabajo levantamos a España para disfrutar un poco, porque nos lo hemos ganado y un respeto a la gente mayor .
Un abrazo.
ALFONSO “EL PINDOQUE”
20-03-2024

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