Esos villorejos que nos dejaron.

Lunes en la capital del Reino, las calles no están puestas y yo escribiendo, pudiendo estar dormido otro ratito, en fin, nunca aprendí a dormir. Este finde volví al pueblín, comuniones, mucha gente de fiesta y sobre todo esos ratitos con los amigos y seres queridos que tanto echamos de menos. Estos dos últimos años nos han dejado muchos villorejos, con algun@s he compartido muchos momentos de charla y cerveza, pero la vida tiene un principio y un final, la pena es que a algunos les llega el último suspiro antes de tiempo, sin avisarnos que se van, sin darnos el último beso y abrazo de despedida. Los que estamos fuera nos enteramos muchas veces por nuestra BESANA y a partir de ahí damos el pésame en la distancia o al volver al pueblo a disfrutar de un finde de asueto. Yo me crié en un barrio que éramos más de cincuenta niños en su día, donde hacíamos nuestra propia fiesta y como en todo el pueblo salíamos a tomar el fresco. Yo hasta el último verano lo tomaba a la puerta de ADELA, solo puedo decir cosas buenas de ella, siempre estaba ahí, con sus sillas esperando para sentarnos y pasar esos momentos que los nuestros, de esa España vaciada que tanto aparece en los últimos tiempos pero que la estamos dejando desaparecer a marchas forzadas.De diez hijos que crió junto a su gran marido FILO, solo viven dos en el pueblo. Y así con la mayoría que corríamos por las calles de nuestro barrio, LA FUENTE DEL MORAL, dentro de cuatro días la echaré de menos cuando no esté a la puerta mirando a los que pasan por la M30. Otro que ya no está es Bebe, sin hijos tampoco, solamente 13, tuvo que estar media vida fuera de su tierra para poder criarlos y mandar el dinero a su mujer, que estaba en el pueblo con todos ellos. Siempre me saludaba, preguntaba que tal estaba y seguía con su camino a las parcelas o a los recados. Aladina para ser sordomuda la entendía mejor que a muchos que tienen todos los sentidos. Siempre a la puerta para intentar contarte algo, a su manera pero clara y concisa.Damián también nos dejó, después de mucho tiempo luchando por estar en este Mundo. Mi padre siempre me contaba cuando venían en la moto desde tierra mulas a ver a las novias a VILLORIA.

Muchas partidas y charlas en el bar… En los bares seguimos, el que no me esperaba que se fuera tan pronto y cada mañana que voy al centro social le echo de menos es a Lorenzo el Bolero, y no me dicen, dónde vas criminal, aquí hay muchos que tienen el coche a la puerta y se ve la luz de la nevera, esas historias de vida que me contaba, cuando era joven, las aventuras con su amigo, el añorado LUCAS. Ya no tenemos vigilante en el pueblo, pero sobre todo se nos ha ido uno de los grandes. Guaje, que decir de él todos le conocíamos, pero sin ninguna duda es de esas personas que está en nuestra retina cuando pasamos al lado de la Bonal. Esos jamoneros que querían tanto a su pueblo que nada más que pudieron se hicieron la casita para poder estar más tiempo con su gente, José el de la Marta, casado con una povedana, familia de mi padre y que disfrutaba por estas tierras siempre que podía, la bicicleta, su familia, las partidas de mus y sus hijas que ahora vienen como siempre, porque su padre las hizo villorejas.  Bolígrafo, también se fue sin decir nada, muchos años fuera pegando palos con los antidisturbios, pero cuando pudo se volvió al pueblo, a jugar al tute cada día y pasear con su gente. Son muchos los que ya no están, los que nos ven desde el cielo, disfrutan con los bailes en la plaza, los encierros y toros en las fiestas, los pinchos después de misa, las reuniones familiares, los paseos, tomando el fresco, enseñando a los nietos y sobre todo contándoles historias de su pueblo, de cuando se fueron a buscarse la vida fuera porque tenían que comer y conseguir un futuro prosperó. Me faltan muchos que ya no los tenemos a nuestro lado pero los que he mentado me regalaron momentos alegres y charlas que tengo en mi mente y que me hacen saber mas de la historia de mi pueblo, de mi gente…

Javier López Martín

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