Un lustro del inicio de la pandemia.

 

Marzo de 2025, parece que ya se nos ha olvidado aquella etapa de nuestra vida, en la que nos confinaron como a ovejas en su redil, de la noche a la mañana se nubló el cielo, parecía que se iba a acabar el mundo y no íbamos a pasar a la siguiente pantalla de nuestro emocionante paso por la Tierra. Los madrileños empezaron a repartirse por la piel de toro durante las últimas horas antes del confinamiento, teóricamente fueron los que propagaron el bicho por nuestra querida España. Eran extraños en sus pueblos y fueron repudiados por su gente, algunos decidimos quedarnos en las capitales sin saber lo que nos iba a venir después.

Era el principio del fin, lo que habíamos visto en las películas estaba pasando en realidad. Pasaban los días y las únicas noticias que veíamos por la tele eran de pesimismo global, muertes, infectados, hospitales a rebosar, los datos subiendo sin parar y Fernando Simón comía en todas las casas del país. Los mayores que tenían que estar en sus casitas sin salir, eran los que te encontrabas en la calle, a por el pan, el periódico etc etc, nadie se acordaba de los niños, encerrados en casa y muchos empezando una depresión que algunos arrastran hasta hoy. Nos hemos despertado de esa pesadilla,  yo personalmente pensaba que la gente iba a cambiar para mejor, pero estaba totalmente confundido. Salíamos al balcón a las 8 de la tarde a aplaudir a los sanitarios, que velaban por nuestras vidas, reconocíamos el trabajo incansable de los transportistas, cajeros, fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado y todas aquellas personas que sacaron adelante este grandioso problema. Tomaron medidas que a día de hoy nos hemos dado cuenta que no servían de nada, los que teóricamente entendían de esto estaban perdidos porque no había pasado nada parecido, los pillos y mangantes se aprovecharon de la venta de mascarillas y demás cosas que eran de vida o muerte para sobrevivir a este desastre. Pero lo que si que debemos valorar y agradecer los de la España vaciada es la ayuda desinteresada de todos y cada uno de los agricultores, ganaderos y demás gente del sector primario que cedió su maquinaria para fumigar todo el pueblo y a los vecinos y personas del ayuntamiento que salían sin miedo ninguno a hacer lo posible para que se pudieran mitigar los desgraciados efectos de la pandemia.

Aquí estamos, cinco años después, con varias guerras en el mundo, reforzando nuestros ejércitos por si nos toca defendernos de esta locura que cabalga por la mente de las personas que tienen que llevarnos a un mundo mejor y están haciendo justo lo contrario. Hemos aprendido algo de aquella etapa de penas e incertidumbre, definitivamente no, nos queremos cargar el mundo y no sabemos como, en fin, EXISTEN DOS COSAS INFINITAS, EL UNIVERSO Y LA ESTUPIDEZ HUMANA Y DEL UNIVERSO NO ESTOY SEGURO…

Javier López Martín

 

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