Caminando sobre el puente revolotean las hojas…y lo recuerdos. El otoño tiene ese poso de melancolía que conocen y sienten bajo su piel los románticos y los que están en la antesala del invierno de su vida.Invierno en el que ya se encuentra inmerso este viejo puente, testigo de muchas idas y venidas, de noches inciertas, de escarceos amorosos, de vida escondida entre los árboles y arbustos que pueblan la ribera de ese río que lo tiene por montera; de ruidosos aviones, de estridentes sirenas, de alegrías, de penas. Testigo, también, de vidas segadas a sus puertas, que nunca llegaron a la casa donde les esperaba la familia y la mesa puesta.Hoy luce vestido con los colores propios del otoño, que no ocultan el abandono y el paso de los años, pero que adornan su vejez tranquila, silenciosa y serena, como la corriente del Tormes que refleja en sus aguas retratos de árboles, flores y algas.Ese puente viejo, poblado de hojas, hierbas y cardos, que sestea a la sombra de los chopos,en el que habitan animales, duendes y hadas; pintado de ocre, vencido, cansado…y olvidado, recobra el aliento a través de unas imágenes que quedarán para el recuerdo gracias a dos hermanas.
Fotos Pilar y Mercedes Corredera.