Agradecimiento de los familiares de Sigifredo María.

Quisiera no tener que escribir estas líneas. Quisiera que el tiempo se hubiese parado hace unos cuántos años. Mi padre descansa ya y el vacío que deja nada lo llenará. No pudo aguantar los cien años, que tantas veces pensó… Nunca te dejamos marchar, porque aun estabas de verdad…pero el cielo no quiso esperar más. Ya tus manos no escribían versos, aunque de memoria los podías recitar. Estabas aquí, agotado, aguantando por nosotros. 

Hace muy muy poco me dijiste …”busca esta poesía y envíala a Besana”…y no te hice caso. Pensé que no era lo de antes… que tus memorias, tu ilusión y el amor a tu pueblo, ya no sería correspondido. No quería que te hiciera daño la indiferencia. Me equivoqué, perdón papá. Tu pueblo aun se acuerda de ti. Tus paisanos te quieren y han estado aquí enviándonos consuelo en este momento tan difícil. No hay morriña como la tuya. No conozco amor al pueblo como nos enseñaste. No conozco talento para escribir, para inventar y para sonreir como tú lo hacías. Suerte tenemos de que nos queda todo eso de ti. Qué consuelo te daba escribir mientras pudiste, con tus inventos para poner en el dedo…hasta que no pudo ser. Se cerró esa ventana al pueblo que te llenaba de ilusión, y todo se fue apagando, capítulo a capítulo de ese libro que a medias dejaste. Descansas ya, papá, tu deseo se cumplió.

Gracias a todos, toda la familia queremos agradeceros de corazón el recuerdo que habéis tenido con mi padre.

Os dejo aquí “Todo cantaba en mi pueblo”. Se lo debía. D.E.P.

 

Yo te quisiera cantar

a ti mi querido pueblo

porque tú eres diferente

de todo cuanto Dios ha hecho

debajo del ancho cielo.

 

Todo cantaba en mi pueblo

en mi pueblo todo cantaba.

 

El gorrión sobre el espino del vallado

el jilguero en la cardancha

el tordo sobre el tejado

y entre los chopos la urraca.

 

El gallo, al amanecer,

al ponerse el sol, las ranas,

por la mañana, el mortero

al desayuno avisaba.

 

Todo cantaba en mi pueblo

en mi pueblo todo cantaba.

 

El reloj que hay en la torre

que tantos años contaba,

cantaba de noche y día

y a sus gentes avisaba.

 

Sus campanas sin igual,

qué alegría despertaban,

cuando tocaban a vuelo

una gran fiesta anunciaban.

 

Todo cantaba en mi pueblo

en mi pueblo todo cantaba.

 

El chorrear de los grifos

del caño que había en la plaza,

cuando llenaban los cántaros

y el agua los rebosaba.

 

El transcurrir del regato

de camino hacia la charca

donde nuestras santas madres

con el frío y con calor

nuestras ropas, allí lavaban.

 

Todo cantaba en mi pueblo

en mi pueblo todo cantaba.

 

Los mozos de la labor

cuando las tierras labraban

se oían sus tonadillas

que la yunta acompasaba,

con el crujir en el yugo

con el rozar de la maza.

 

La alondra se despertaba

cuando amanecía el alba

y se elevaba en el cielo

y allí parada quedaba.

entonando una canción

para alegrar la velada.

 

Todo cantaba en mi pueblo

en mi pueblo todo cantaba.

 

Los chavales por la calle

en pandilla se juntaban,

cantaban como el gorrión

sin copas sobre la marcha.

 

Las fuentes de sus laderas

como la fuente del Alba,

con su chorro siempre igual

cantaba de noche y día,

como banda acompasada.

 

Y como director de banda

un álamo la acompaña

con sus hojas blanquecinas

cuando las mueve la brisa.

parece que son de plata

 cantan, cantan y cantan.

 

Todo cantaba en mi pueblo

en mi pueblo todo cantaba.

 

Y qué bonito era mi pueblo

sin sus calles asfaltadas.

sin monumentos a héroes

y sin grandiosas fachadas.

 

De álamos y de chopos

son sus pequeñas alamedas,

donde canta el ruiseñor

al llegar la primavera.

 

La cuesta de san Benito

de tomillo perfumada,

en la carretera el monte

con hermoso olor a jara.

 

El olor a manzanilla

que todo su campo exhala

la amapola en el trigal

por sus colores destaca

el rojo de sangre brava.

 

Por eso los de mi pueblo

son todos la mejor casta

amigos de corazón,

amantes de la amistad.

sinceros en su decir

y de grandiosa bondad.

 

Ahora yo os pido perdón

por contar tan pocas cosas

me pasa, como aquella mariposa,

que recorriendo el jardín

olvida la mejor rosa.

 

SIGI

Sigifredo Maria Cascón

 









              

 

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