«La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en hacer otras cosas»
Hace unos días me encontré por la calle con un hombre mayor al que hacía muchos años que no veía. Me quedé mirándolo porque me sonaba y trataba de recordar de qué. A él le pasó lo mismo porque se detuvo a preguntarme a qué familia del pueblo pertenecía. Al final aclaramos las dudas mutuas –habíamos vivido en el mismo barrio- y nos quedamos charlando un rato para ponernos al día.
Me habló de su exitosa carrera profesional fuera de Villoria durante muchos años, de sus hijos que estaban repartidos por los cuatro puntos cardinales de España desempeñando satisfactoriamente sus respectivos trabajos y cada uno con su propia familia. Se le veía satisfecho de su vida ahora que ya disfrutaba de su merecida jubilación.
-«Lo peor fue lo de mi mujer, sabes, que falleció hace poco, la pobre (yo no lo sabía). Ahora que estábamos los dos tranquilos y con la vida resuelta se me fue para siempre. ¿Y sabes lo qué no puedo soportar, lo que me mata? La soledad. Durante la mayor parte del día no lo llevo mal. Salgo con amigos, me entretengo en el huerto, vengo de vez en cuando al pueblo, en fin, que estoy distraído. Lo que no soporto es comer solo, completamente solo. Me siento delante del plato y se me viene en mundo encima. Esto te va mimando poco a poco y acabas odiando las horas de las comidas».
Nos despedimos con un apretón de manos y cada uno se fue por su lado. Seguí caminando y entonces me puse a pensar en la cantidad de personas que estarían viviendo esa misma situación y en otras muchas que, tarde o temprano, la viviríamos también. Y entonces me di cuenta de que aquel hombre tenía razón; mientras estamos ocupados en el trabajo y las preocupaciones diarias damos muchas cosas por supuestas. Estamos rodeados de gente: tus amigos, tu mujer, tus hijos…incluso muchas veces te agobia tanto el ruido que hay a tu alrededor que necesitas estar solo para evadirte y pensar tranquilamente.
El problema es cuando la soledad no la eliges tú, cuando es ella la que se mete en tu vida y el vacío que hay a tu alrededor es tan grande, tan inmenso, que no hay nada que pueda llenarlo. Y de esto no nos daremos cuenta hasta que no lo suframos en nuestras propias carnes. Todos nos iremos algún día, unos antes y otros después. Las personas que tengan una vida más larga irán viendo desaparecer de manera lenta pero inexorable a los amigos de su infancia, a sus padres, a sus maridos o mujeres y a todas aquellas personas que un día fueron algo en su vida.
No quiero agobiar a nadie con este tema como me agobié yo cuando lo estuve pensando. Ya sé que el tema no es agradable, pero puede que nos sirva para valorar más lo que tenemos ahora y que algún día ya no tendremos; esas cosas que damos por supuestas porque siempre han estado ahí, sin darnos cuenta de que todo es pasajero y efímero, que la vida es un suspiro y que todo llega a su fin. Hubo un poeta español que vivió hace quinientos años y que nos dijo en lo que se convertiríamos nosotros mismos y todo aquello que nos rodea:
«En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada».
El cantante de los Beatles John Lennon dijo una vez que la vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en hacer otras cosas. Debió ser una premonición, porque poco después fue asesinado. Quizá sea mejor marcharse antes para no sentir esa inmensa soledad, la soledad con mayúsculas, que siente el hombre con el que me encontré por la calle y en el que no puedo evitar pensar de vez en cuando. Aunque ninguno nos libraremos del máximo momento de soledad al que siempre se ha enfrentado el ser humano, ese momento del que habla el protagonista de una novela famosa cuando le dice a la mujer que ama: «hagamos lo que hagamos, al final todos morimos solos».
EL PÁNCARO.